En un abrir y cerrar de ojos nuestro universo cambió por completo. Y es que es precisamente ese miedo al “cambio de rutina” lo que hoy nos tiene en una incertidumbre profunda.
Hace unos meses en los medios de comunicación escuchábamos sobre una “enfermedad” que parecía ajena a nosotros. Jamás nos imaginamos que hoy llegaría a hacer parte de nuestras vidas. ¿Saben por qué? Ese es uno de nuestros “problemas”, sentimos todo tan “lejano” que creemos que nada de lo que ocurre es con nosotros; y es ahí en donde le perdemos el verdadero valor a la vida.
Ese “temido día” en el que nuestro país estaría en “caos”, llegó más rápido de lo creído, y en nuestra cabeza, vienen una y otra vez sentimientos de angustia y temor. ¿Estábamos preparados para afrontarlo? No, ¡claro que no!, es algo nuevo que requiere tiempo, decisiones y sobretodo, mucha responsabilidad.
Colombia entera está paralizada, las empresas cierran sus puertas con lágrimas en los ojos, se reduce la demanda de productos y servicios, las calles empiezan a verse desoladas, y el sinsabor es inevitable. Por otra parte, un gran porcentaje de la población tendrá que “rebuscársela”, pues entra bajo la modalidad de licencias no remuneradas o trabajos no pagos, lo cual es complicado no solo para el empleado sino para el empleador, quien se ha visto obligado a tomar medidas a raíz de esta pandemia que hoy nos está transformando.
Es increíble ver cómo cada persona asume esta crisis (a la que yo he decidido llamarle “proceso de transformación”), de forma diferente. Por la ausencia de tapabocas y geles antibacteriales, hay quienes los han hecho por sus propios medios para protegerse. A otros, estar en sus casas les produce “claustrofobia”, y hay quienes también disfrutan de su soledad para replantearse.
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Yo me pregunto, ¿por qué no hacer de esto un nuevo renacer?. Por más difícil que sea, esta vez, nadie es inmune, y en lugar de quedarnos con lo negativo o en papel de “víctimas”, veámoslo como la oportunidad para dejar de “escapar”, para salirnos de esa negación que nos “enceguese”, para aceptar. Permitámonos ser humanos, reconectémonos con nosotros mismos, volvamos a lo esencial. Preguntémonos constantemente quiénes somos y hacia dónde queremos ir. Aprendamos el verdadero valor de estar vivos, de la humildad. Perdonemos, levantémonos, y hagamos de esto un nuevo presente. Construyamos con los materiales que queramos mantener del pasado, y con otros nuevos que antes no veíamos necesarios. Riámonos y lloremos, extrañémonos, pronto volveremos a estar juntos para vivir esta nueva versión.
A mí me ha costado, pero sé que es la mejor opción, y si todos lo hacemos, los aprendizajes van a ser enormes.
Eso sí, quiero pedirles algo: cuídense, cuidémonos, quédense en su casa y solo salgan si es estrictamente necesario. Mientras más hagamos las cosas bien, más rápido salimos.
Por: Laura Mejía