La rectora del colegio Montessori, Myriam Montes Tamayo, se retira de la institución después de 35 años de servicio. Hablamos con ella sobre su historia y su legado
Myriam Montes Tamayo llegó hace 35 años al colegio Montessori, después de prepararse como educadora en la Universidad de Antioquia y haber incursionado en la educación superior, en el CEIPA. Ahora se prepara para salir por la puerta grande de esa institución que le dio la oportunidad de aportar sus conocimientos y cultivar su vocación. Con lágrimas en los ojos, de esas que brotan con la satisfacción del deber cumplido, la rectora Montes recuerda que, en los momentos difíciles, miraba por la ventana de su oficina: a un lado, los niños de preescolar; al otro, los jóvenes de 11.
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“En esos momentos pensaba: todo vale la pena, porque ellos se lo merecen”.
¿Qué tan importante fue su formación como educadora en la Universidad de Antioquia?
Como una gran mayoría de egresados, yo guardo un enorme aprecio y reconocimiento por la formación que recibí en la Universidad de Antioquia. La formación allí le permite a uno ver el mundo de una manera supremamente amplia, y le desarrolla un sentido muy crítico de las cosas. Tanto en mi educación familiar como en mi formación en la primaria y el bachillerato, yo ya tenía ese principio de responsabilidad social, esa conciencia de que vinimos aquí fue realmente a construir, a dejar el mundo mejor; y que todos tenemos un pequeño espacio, y es el espacio en el que debemos actuar.
Estamos realmente formando unos ciudadanos muy buenos, muy comprometidos, que creen y tienen una gran seguridad y autonomía, y que, por lo tanto, van a ser unas personas buenas para la sociedad”
¿Cómo podría resumir su legado?
Me siento tan feliz y tan orgullosa… Una de las cosas fundamentales es haber consolidado la esencia de un colegio que le apunta, ante todo, a lo que es el ser, el desarrollo del ser (una esencia que venía desde los fundadores del colegio). Y cuando eso se da, se desarrollan todas las competencias de los estudiantes. Es que no podemos separar lo uno de lo otro. Cometemos un error cuando decimos que lo esencial es la formación en valores, y debemos dedicarnos solo a eso. Si yo educo a mis niños en un sentido claro de respeto, de responsabilidad, de buscar esa superación continua, ¿qué es lo que va a resultar? Unos desarrollos y unas competencias académicas, artísticas, tecnológicas altas. Ese es el legado Montessori, ese principio tan grande de responsabilidad social, que parte de mí mismo, pero no se puede quedar ahí: tiene que ir a los otros, tiene que ir a posibilitar el desarrollo de otras entidades educativas, de otros entornos.
Yo creo que se ha dejado una cultura de una institución que es amorosa; una institución en la que la relación cotidiana entre todos debe ser una relación clara, una relación responsable, pero amorosa, especialmente con los niños.
¿Qué destaca del modelo pedagógico del colegio Montessori?
Estamos realmente formando unos ciudadanos muy buenos, muy comprometidos, que creen y tienen una gran seguridad y autonomía, y que, por lo tanto, van a ser unas personas buenas para la sociedad. Eso es lo más importante, hemos podido dar respuesta a la formación integral: tienen una buena formación humana, pero también una fortaleza artística alta, en desarrollos tecnológicos, en la parte deportiva, por aquella idea de que cada niño encuentre su lugar. Todo ser humano merece encontrar el lugar donde puede ser exitoso, siendo buena persona. Ese es el gran principio tomado de María Montesorri, cuando nos dice “que cada niño sea lo que puede ser”, y esa es la obligación de nosotros, como maestros. Yo les digo a mis niños ‘mis tesoros’, porque eso son. Hay que abrirlos, mostrarlos, permitir que se vean, que crezcan… esa es la tarea como maestros.
¿Qué siente en este momento, a unos días de su retiro?
Si me pones a hablar de gratificaciones, de verdad que las tengo todas: creo que los padres, los docentes, los empleados y los niños, sobre todo, han sido demasiado generosos, porque le han dado apoyo a todas las propuestas que se han hecho, y las han entendido; de alguna forma vibramos con lo mismo. Hay un equipo humano excelente en el Montessori, donde, más que en sus capacidades profesionales, hemos trabajado mucho en su compromiso, su capacidad humana, en entender al niño, que creo que es otra gran fortaleza que dejo en el colegio. Y con una comunidad de padres de familia muy coherente con la dirigencia del colegio.
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Entonces es un paso muy difícil, los quiero tremendamente… bueno, son mis niños, y, como siempre, a uno le toca entregar los hijos. Es el camino de la vida. Queda una institución muy fortalecida en su esencia, en sus principios, y que seguramente así seguirá. Esa es la pasión del maestro, y los que llevamos esto en el alma nunca nos jubilamos… ¡quien dijo! Yo me retiro de mi cargo, pero sigo siendo maestra apasionada por la educación, y ya miraré cómo seguiré viviendo esta pasión bajo otra modalidad.