/ Juan Carlos Vélez Uribe
Hace 200 años ilustres personajes de nuestra región tomaron la decisión más valerosa que habitantes de nuestro continente hubieran sido capaces de tomar: declarar la plena independencia de España, desconociendo inclusive la autoridad del Rey Fernando VII y estableciendo por primera vez en la América Hispana el principio de la soberanía popular.
Era increíble que los pobladores de la más pobre y subdesarrollada comarca de la Nueva Granada a principios del siglo 19, tuvieran la capacidad de tomar determinaciones de ese calibre; es como si hoy los ciudadanos de la Florida declararan la independencia de los Estados Unidos.
Ese corazón libertario de los antioqueños que claramente expresa nuestro himno: “Yo que nací altivo y libre sobre una sierra antioqueña, llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa”, es producto quizá de nuestros orígenes vascos, o de la presencia de sangre sefardita en nuestras venas o tal vez del amor por la tierra de nuestros antepasados indígenas, quienes comandados por el Cacique Nutibara expulsaron al conquistador Francisco César al derrotarlo en la batalla del Valle de Guaca o Cauca.
Enfrentar las montañas indómitas, que en muchos países del mundo impidieron el avance de los pueblos -surcarlas fue considerada proeza, como la de Aníbal cuando cruzó los Alpes-, para los oriundos de estas tierras fue lo que forjó el tesón de la raza y producto de ello se dio la “colonización antioqueña”, que en su proceso de expansión llevó ese legado al Tolima y al Norte del Valle.
Antioquia siempre ha pregonado su autonomía. En alguna época, incluso, planteó la posibilidad de una Antioquia Federal, que a mi modo de ver sería llevar ese espíritu autonómico a un extremo, ya que lo que han reclamado las regiones, ha sido más la descentralización administrativa que la propia política, que es el federalismo en sí.
La descentralización administrativa, principio establecido en nuestra Constitución, es lo que Antioquia y otros departamentos han estado reclamando. Que la Nación no siga siendo la que tome todas las decisiones administrativas, principalmente aquellas que tienen que ver con la concentración del manejo de los recursos que deberían estar en cabeza de las regiones, como por ejemplo ha ocurrido recientemente con el destino de las regalías.
Y ni qué decir de las reformas tributarias recientes que han fortalecido las finanzas de la Nación en detrimento de la autonomía de los departamentos y municipios. No es un misterio el que hoy la mayoría de alcaldes y gobernadores del país dedican gran parte de su tiempo a hacer “gestiones” en Bogotá, que, en últimas, significa actuar como mendigos ante los ministerios o institutos nacionales buscando los recursos para el desarrollo de sus entes territoriales.
Antioquia y las regiones del país, 200 años después, necesitan volver a independizarse pero esta vez con una reforma real y efectiva que permita garantizar la plena autonomía administrativa de los entes territoriales del país. Y, por qué no, deberíamos empezar a hablar de las autonomías regionales en condiciones similares a las que hoy existen en España. Así como nuestros antepasados tuvieron el coraje de declarar la plena independencia de la comarca de Antioquia, hoy debemos declararnos en rebeldía frente al absolutismo centralista que padece la patria.
[email protected]