La movilidad y el pensamiento regional 

Comenzaré por decir que estoy lejos de ser una experta en movilidad y declarando que solo soy una habitante del Oriente antioqueño que cada día ve con más preocupación los desafíos que en esta materia tiene nuestra región. Y no solo los ve, también los vive. 

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Para ilustrar la problemática les voy a contar de algunos casos que conozco y considero desafiantes. En septiembre de este año los habitantes de las urbanizaciones Senderos de Cimarronas, Jardines de Cimarronas y Torres de San Juan decidieron cerrar la vía que de Rionegro conduce al Carmen. ¿Las razones? Exigían soluciones a problemas de acueducto y, la que viene a lugar en esta columna, de seguridad vial, pues, en voces de los mismos vecinos: “Ya no soportamos más los accidentes y poner en riesgos nuestras vidas para cruzar la calle”. Una de las dos alcaldías, buscando una solución rápida, ubicó un resalto temporal; sin embargo, la otra lo retiró porque, como señala una de las habitantes de Jardines de Cimarronas: “Estaba en su jurisdicción”. Lo cierto es que hoy los habitantes de estos conjuntos no cuentan con una solución y siguen poniendo su vida en riesgo. 

La segunda situación comienza con una pregunta. ¿Cuánto estarían ustedes dispuestos a pagar por llegar desde El Carmen de Viboral hasta Marinilla? Lo primero que hay que considerar es que, si se opta por ir en bus, hay que tomar dos rutas diferentes. Lo segundo, que si se cuenta con los recursos para movilizarse en un taxi (que tenga permiso para moverse entre varios municipios: de verdad no abundan) es necesario pagar entre 35 y 50 mil pesos por un trayecto que no tiene peajes y que está entre 12 y 15 km de distancia. 

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La tercera y última situación la venimos padeciendo hace poco; pero, no solo la padece un municipio, la padecemos todos los que estamos cerca: las obras viales que se están realizando en la glorieta del aeropuerto José María Córdova. Con esto no quiero que se entienda que estoy en contra del progreso y de las vías, ni más faltaba. Sin embargo, resulta desafiante movilizarse cuando un trayecto entre Medellín hasta El Carmen de Viboral puede pasar de una hora y 20 minutos en hora pico a cuatro horas. Conozco historias de algunos que se han tardado hasta seis. 

Ver personas correr con sus maletas para llegar al aeropuerto, carros sobrepasar por la derecha y diversas formas de la palabra accidente, se nos han convertido en escenarios que ya son parte del paisaje. 

Pensar una movilidad regional implica reconocer que entre municipios a veces hay una distancia en carro de 15 minutos, menos de lo que se toma ir de un barrio a otro en Medellín. También incluye preocuparse por la vida de todos los habitantes, porque nos movemos entre un lado y el otro todo el tiempo y, lo más importante, porque un accidente vial que derive en la muerte no distingue territorios. 

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Entre algunas ideas que seguro ya otros han pensado, pero no sobra tirarlas al aire, está una suerte de circular Oriente que permita recorrer al menos algunos de los municipios más cercanos en bus, esto le ayudaría económicamente a cientos de personas trabajadoras. También el regular las tarifas de taxis entre los municipios más cercanos o al menos hacer pilotos. Implica organizarse para generar traumas menores en una población que, aunque no nos guste, cada vez adquiere más tonos de un área metropolitana. Y, sobre todas las cosas, implica pasar del ego de la partícula, del ego del pedazo de tierra a una conversación por el colectivo en el que gane el bien común por encima del particular. ¿Seremos capaces de lograrlo? 

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