En estas notas musicales se describe la vida artística de una maestra virtuosa en la interpretación del piano, con afamada carrera internacional, quien a sus 82 años bien podría dedicarse a descansar, pero ella insiste en seguir dando sus clases de piano.
Talento, disciplina y dedicación. Tres virtudes que son el secreto de la vida musical de la maestra Blanca Uribe, “el piano de Colombia”.
“Para ser un gran músico no hay que nacer con un talento extraordinario, sino ser constante y tomarlo con seriedad”, afirma.
La pianista Blanca Uribe ha sido referente en la historia de la música clásica de Colombia. De majestuosas melodías y con ramilletes de ovación en el ámbito internacional, desde sus once años de edad se destacó por el talento en sus interpretaciones.
“Me encanta enseñar interpretación de piano. Siento que tuve mucha suerte, muy buenos maestros me enseñaron a mí”. Blanca Uribe.
Como las teclas de su magistral piano. La vida artística de la maestra Blanca Uribe ha tenido más blancos que negros. Las ovaciones con estruendosas lluvias de aplausos tras interpretar sus solos de piano, se volvieron costumbre en su carrera desde esa edad, cuando interpretó el Concierto en Re Mayor para piano y orquesta de Haydn en el Teatro Ópera de La Candelaria. Ese es un grato recuerdo que tiene de “la niña pianista”.
Ella, descendiente de una familia musical antioqueña (a su padre Gabriel Uribe se le recuerda como destacado flautista, clarinetista y saxofonista), afirma que el piano la eligió, y “de eso pueden estar seguros”, dice con especial agrado.
Su formación musical no pudo ser mejor. Creció como “una afortunada, aprendiendo a ser maestra de piano”. Fue su familia de músicos la que le dió los primeros toques de pianista. Su papá, tíos y tías, los mismos abuelos se dedicaron a formar a la maestra de piano con ejemplo, interpretando diversos instrumentos, hasta que el piano la eligió, como bien afirma.
Pero también se debe mencionar que las constantes reuniones de su familia, las cuales terminaban siempre en conciertos, le mostraron el rumbo que ella quería, y por eso se quedó ahí, en la música, cuenta entre risas .
“Creo que soy muy afortunada por heredar el talento de mi familia”, dice.
Blanca Uribe nació en Bogotá, pero desde muy niña vivió en Medellín y fue acá donde logró que la profesora italiana Luisa Manighetti la iniciara en el piano.
Ella quería ser la mejor pianista del mundo y sabía que debía viajar a otro país para estudiar. En esas, así como ocurrió con muchos otros artistas de Colombia, le llegó la oportunidad de lograrlo gracias a que el mecenas antioqueño don Diego Echavarría Misas la becó.
Con tan solo 13 años, viajó a Estados Unidos para seguir sus estudios. Allí no solo se formó como pianista, sino también como maestra de piano, una vocación que aún la tiene dictando clases a los jóvenes talentos del departamento de Música de la Universidad Eafit.
“La disciplina me ayudó a salir del país. Fui la única música de Colombia en irse del país a estudiar a Viena, y no porque fuera la mejor pianista, yo aún me estaba formando, sino porque tuve mucha suerte”, narró.
Precisamente, su amplia “fortuna” también le permitió estudiar en la Academia de Música y Arte Dramático de Viena, con el profesor Richard Hauser. Allí, logró obtener el grado de concertista Magna Cum Laude.
Cuando ya había recorrido el mundo, “más bien entrada en edad”, como ella misma lo describe, regresó a Nueva York, Estado Unidos, y esta vez realizó estudios de postgrado en la Escuela Juilliard.
De toda esa formación musical solo tiene gratos recuerdos.
Hoy su vida transcurre entre sus clases de piano y las oportunidades para volver a ser solista en los escenarios. Ella encontró en el ejercicio como maestra de piano una satisfacción. Sus clases la llenan cada día y son un motor de vida a sus 82 años.
Blanca Uribe: “Me encanta enseñar”
Conversamos con la maestra Blanca Uribe sobre su vida y su consagración actual a la enseñanza.
¿Cómo llegó a ser maestra de piano?
Cuando estaba estudiando en Nueva York, uno de los cursos era “Enseñanza a niños y jóvenes”. Ahí, digamos, aprendí cómo debía ser de maestra. Pero, a mí me tocaba trabajar para poder tener mis clases; entonces, empecé a dictar técnica en una escuela, los sábados todo el día, mientras estaba en mis estudios.
Cuando ya todo eso pasó, y terminé la universidad, mi profesor me contó que había un College of Music, de mucho renombre, y que, por su nivel académico y humanidades, estaba buscando un profesor de piano recomendado.
Como quedaba cerca Nueva York, allá me fui. Pensé, me quedo unos años enseñando y después miro si puedo seguir solamente con la carrera de solista, que es tan difícil. Y en esas me quedé 36 años. Como verán, me gustó muchísimo. Me encanta trabajar con los jóvenes.
¿Y qué es lo que más disfruta de enseñar piano?
Todo. Me encanta enseñar. Siento que tuve mucha suerte, muy buenos maestros me enseñaron a mí. De todos cogí algo para mi carrera.
Los maestros son también guías en otras esferas del ser, además del área que enseñan. ¿Le ha tocado indicarle un consejo a un estudiante para un aspecto de su vida?
Mis estudiantes son una maravilla. Pero, sí. Es inevitable, y al momento de indicar una técnica, también sé que estoy formando su ser. Siempre trato de que ensayemos varias formas de hacer algo, para que vean su mundo más amplio, para que no se queden con la primera cosa que aprenden. Quiero que siempre busquen más y más.
Yo soy feliz cuando algo funciona. Porque ellos me regalan su aprobación con una sonrisa.
La enseñanza es un don. Un maestro con una mala palabra puede dañar la vida de su aprendiz. Claramente, este no es su caso, pero ¿qué hace para siempre sacar lo mejor de sus estudiantes?
Es cierto. Yo siempre traté de coger lo mejor de cada maestro que tuve. De verdad, fui afortunada. Siempre tuve los mejores maestros.
Como maestra uno no se puede cansar de escuchar, de corregir.
En las clases nos reímos, les hago observaciones y siempre afinan. Realmente, no me puedo quejar, he tenido los mejores alumnos.
Y, ¿hay algo que le preocupe de la enseñanza?
No, porque cada estudiante es distinto. Cada uno tiene diferentes habilidades, y problemas también, pues, para poder trabajar con ellos.
En el piano no se habla mucho de la parte física. Como son, a veces, muchas horas las que uno estudia, tiene que saber hacerlo muy bien con el cuerpo para que no le dé tendinitis u otras enfermedades que dan por la mala técnica. Por ejemplo, la “maleta”; yo sí que les he trabajado en la postura.
Yo trabajo mucho la relajación, la respiración. A veces, la parte difícil es encontrar el repertorio que les quede bien, que les exalte sus habilidades, aquello de lo que son como músicos. También, me preocupo porque lo que les enseñe les venga bien intelectualmente, y que lo que les enseñe no sea demasiado pesado, de eso no se trata. Repito, me encanta trabajar con ellos.
La Consagración de la Primavera
La Orquesta Iberacademy regresa a los grandes escenarios junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.
Las citas son los días 25 y 27 de marzo, el primero en Bogotá, en el Teatro Colsubsidio, a las 7:30 p.m. de ese viernes, y el segundo en el Teatro Metropolitano de Medellín, a las 11:00 a.m. de ese domingo.
Se trata de la Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky. Además, de la interpretación de Fundición de hierro, op. 19, de Alexander Mosolov, y el Concierto para piano No. 13 en do mayor, de Wolfgang Amadeus Mozart.