Ningún relato sobre mujeres en Antioquia estaría completo sin Laura Montoya. O “la madre Laura”, para así reconocer a la persona que posa de medio perfil en este retrato tomado en 1899, en el gabinete fotográfico de los hermanos Rodríguez.
Ciertamente no la reconocemos porque no aparece vestida con el hábito, la gorguera y el velo de la indumentaria de religiosa que se nos hizo tan común desde que el papa Juan Pablo II la beatificó en abril de 2004 y con ello la convirtió en un ícono masivo y popular.
Laura, antes de todo eso, posa aquí a los 25 años. Aparece vestida toda de negro; quizás guardaba un luto, aunque quién sabe. Lo real es que para entonces había vivido a contracorriente porque consiguió convertirse en pedagoga y maestra, a pesar del poco espacio que se abría para las mujeres de entonces.
En cuestión de cinco años se cansaría del mundo, dejaría el colegio de señoritas de élite que regentaba y se iría para Dabeiba a evangelizar a los embera chamí.
Seguro esto último, visto a la luz de hoy, no resulta un gran valor, pero en eso también hizo las cosas a su manera, pues trató a los indígenas con una dignidad poco usual en la época, incluso dentro de la caridad cristiana que representaba.
Por: Biblioteca Pública Piloto de Medellín / Esteban Duperly