El rebaño que yo quiero

En Colombia, un país de rebaños nefastos y atropelladores, añoramos ahora el rebaño de la inmunidad.

Parece un juego de palabras, pero es una típica paradoja colombiana: justo lo que nos falta es lo que más falta nos hace.

Colombia es un país de rebaños, nefastos y atropelladores la mayoría. Sin embargo, el único que podría salvarnos de esta cotidianidad amordazada e insular que nos ha impuesto la proteína coronada esa, todavía no pega en la tierrita: el de los inmunes.

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Un paréntesis figurado para revisar la definición que la RAE trae de “rebaño”: 1. Hato grande de ganado, especialmente de lanar. (Los tenemos, especialmente de vacunos). 2. Congregación de los fieles respecto de sus pastores espirituales. (Los tenemos, las iglesias se dan silvestres). 3. Conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etc. (Los tenemos, sobre todo los etcéteras).
¡Los tenemos todos! Menos…, el que más falta nos hace.

Somos campo de pastoreo, que no de ovejas ni ovejeros. Cero bucólicos, a pesar de que de arreadores estamos hechos (favor navegar por tuiterlandia). Y de trashumantes también (favor llamar a lista a montones de politiqueros de oficio, antioqueños muchos de ellos). En adaptación libre, porque el manzanillismo nada tiene qué ver con la trashumancia.

Otro paréntesis figurado para refrescar la diferencia: cada año, por el otoño, cientos de ovejas y cabras, acompañadas de sus pastores, caminan por las calles del centro de Madrid conmemorando la firma de la Concordia -1418- que reivindica el derecho al continuo movimiento de los rebaños (trashumancia) por prados y dehesas comarcales españolas. Una tradición ancestral llena de significados que paso hoy por alto para no terminar yéndome por las ramas.

En todo caso, son muchos los hatos que aquí nos atropellan. La corrupción es de rebaño, la impunidad es de rebaño, los partidos y movimientos electorales son de rebaño, las creencias son de rebaño, las malas mañas son de rebaño, la moda es de rebaño, la idolatría y el bullying son de rebaño, la oposición es de rebaño…

La inmunidad no, qué vaina. Aunque debemos celebrar que, por fin, se vislumbra la posibilidad de que, a codazo limpio, logre abrirse paso por entre tantos animales que, con sus andares y rebuznos, nos tienen el país como un potrero. Hecho un pantanero. Y no hablo de bovinos ni de ovinos ni de cuadrúpedo alguno. Hablo de animales más principales que son bípedos, no tienen plumas y para hacer daño se tienen confianza.

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Patean todo lo que se les atraviese. Ahora el balón de oro son las vacunas. Que si llegan que si no llegan, que si su distribución obedece a intereses políticos o no, que si son muchas que si son pocas, que si son de las buenas o de las malas, que quiénes deben tener prioridad que quiénes no, que si esto que si lo otro… Y eso sí, casi todos quieren ser pastores. Con tanto borrego a la espera de ser arreado… Hasta razón tienen.

ETCÉTERA: Nunca imaginé que, gallina como soy, soñaría con un paraíso lleno de jeringas. No veo la hora de que me den el chuzón para ingresar al único rebaño que yo quiero. Y ahí sí chantarme el tapabocas y echar a trashumar. Sin guía que me encasille. ¡Ah dicha!

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