El teatro estaba lleno. Por lo variopinto de los asistentes, sería difícil imaginarse quién se presentaría. Algunos estaban muy elegantes, otros más descomplicados. Muchos canosos, algunos cuarentones, otros más jóvenes, parejas, amigos, familias completas, incluso decenas de niños.
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El espectáculo inició contando la historia. Corría el año 2001. Participaban en el Festival Mono Núñez, en Ginebra, Valle del Cauca, y eran abucheados porque lo que interpretaban no eran los pasillos, bambucos y guabinas tradicionales. Era una propuesta honesta de unos jóvenes de Medellín que interpretaban música colombiana. Más adelante le dirían jazz a lo colombiano. Luego cumbia rebelde. ¿Ahora? Le corresponde a los críticos ponerle la etiqueta. Lo cierto es que, hoy, familias enteras pueden disfrutar lo interpretado por una banda que es referente.
“Es la música que une”, dice Juan Diego Valencia –Juancho- creador de Puerto Candelaria, una agrupación que por estos días cumplió 25 años y que realizó dos presentaciones, una en el Teatro Metropolitano, de Medellín, y otra en el Teatro Colón, de Bogotá, ambas con lleno total.
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Estuve en la de Medellín, con mis sobrina de 9 años, y fui testigo de eso que dice Juancho:
“Siempre he sentido el poder de la música y estoy convencido de cómo puede aportar para hacer una mejor Colombia”.
En ese concierto, se sintió eso: unión, tejido, una sociedad fortalecida, niños, jóvenes y adultos en un mismo coro. En algunos momentos con las canciones propias de Puerto Candelaria; en otros, con sus adaptaciones de temas de otras épocas, eso sí, al unísono, varias generaciones, por dos horas se olvidaron de diferencias, de los recientes atentados o de la posibilidad de guerra entre potencias. En ese rato, cantaron y bailaron los temas que ya se han vuelto icónicos de un grupo que ha ido más allá de lo convencional, desde el principio, pero que entendió los nuevos movimientos de la música y aquí está, 25 años después llenando teatros, reseñas en redes sociales y medios, así como recuerdos en corazones de sus seguidores.
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En el 2001, cuando hacía mi tesis de grado, que compilaba la historia del jazz en Medellín, Juancho me había dicho: “El futuro somos nosotros y nos queremos ir. Aquí hay que hacer todo, no es solo tocar. Hay que crear el público, el medio y uno no está para eso”. Sin embargo, Juancho nunca se fue y ha hecho mucho más que solo tocar, acompañado por unos buenos socios, los de Merlín Producciones, “Coco” y Gabo, además de Eduardo su socio musical y el integrante más antiguo de Puerto Candelaria. Con ellos han trasegado un cambio en la industria musical mundial, el cual supieron leer, entender y, de alguna manera, seguir, al plantear un camino alternativo con el cual hoy en día sobresalen y con el que encontraron la forma de transmitir sus valores de construcción social.
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Hace una semana volví a conversar con él y le pregunté si había valido la pena quedarse. “Hoy agradezco a ese Juanchito de 22 años que tomó esa decisión, muy en contra de lo que dictaba esa época, donde tantos músicos se fueron”. Me dijo que sabía que había un lugar a donde llegar aunque nunca se hubiera imaginado “las trochas intransitables que ha tenido que tomar”. Aunque, de no haber sido así, no hubiera disfrutado los paisajes que ha conocido. Sin duda, la respuesta hoy, la encuentra en sus conciertos de celebración, en esos teatros con boletería agotada con anticipación que él siente como un agradecimiento de su público. También, la respuesta está en la forma cómo quienes conocieron el proyecto inicial lo han compartido a sus padres, hijos y sobrinos, para que ellos, hoy, puedan celebrar con varias generaciones la música de estos 25 años.
¡Felicitaciones, Puerto Candelaria. Felicidades, Merlín Producciones!