/ Juan Carlos Vélez Uribe
Cuando uno recorre la ciudad va encontrando un fenómeno delincuencial que se ha vuelto recurrente en todas sus comunas y corregimientos: la extorsión.
La extorsión o “vacuna”, para otros “cuota de seguridad”, ha llegado a unos niveles tales de generalización que para algunos se ha convertido en un gasto de su negocio, tan normal como pagar la nómina, o, en el caso de muchas viviendas de la ciudad, en un gasto del hogar, como pagar los servicios públicos.
Cada mes hay que pagarle a un “vecino del barrio” que administra con otras personas la seguridad del vecindario. Esta es la manera que tienen de no padecer los atropellos de la delincuencia, porque estos jóvenes que hacen parte de los combos en unas partes de la ciudad, o de las ‘Convivir’, en otras, tienen un costo y por esa “seguridad” hay que pagar.
Es increíble que hayamos llegado a esos altos niveles de un delito como la extorsión, tan difícil de combatir y que no distingue estrato social. Hoy las autoridades se sienten prácticamente incapaces de enfrentar este cáncer que carcome a Medellín. De ninguna manera pretendo cuestionar los esfuerzos que desde distintos ángulos se realizan para enfrentar este delito, pero, debemos admitirlo, en la ciudad la guerra contra este fenómeno se está perdiendo. Ha habido varias capturas, hay un Gaula con apenas ochenta hombres que viene haciendo ingentes esfuerzos por controlar las vacunas en la ciudad y la verdad es que los resultados están mostrando otra realidad.
Según cifras de Fenalco Antioquia, el noventa por ciento de los establecimientos comerciales del Valle de Aburrá sufre la extorsión. La cuota oscila entre cuarenta mil pesos y dos millones de pesos, lo que generaría, según cálculos de algunos comerciantes, cerca de cuarenta mil millones al año.
En el Centro de Medellín el fenómeno llega a la totalidad del comercio; hay personas que sostienen que sólo en esta parte de la ciudad, el promedio que se paga por la vacuna es de 45 mil pesos por negocio, por lo tanto las bandas del Centro estarían recibiendo cerca de $9.000 millones mensuales. ¡Más de 100 mil millones de pesos al año!
En lo relacionado con la extorsión de los ciudadanos en las viviendas de los diferentes barrios, la situación no es menos complicada. Hay que pagar por cada vivienda una cuota semanal, que en los barrios populares podría estar por el orden de los diez mil pesos. Y por carro que parquee en la calle, la cuota es de cinco mil. Si el dueño del vehículo no atiende el pago de la ‘cuota de seguridad’, el día menos pensado puede encontrarlo totalmente rayado y sus llantas pinchadas.
La extorsión se ha convertido en un modus vivendi para muchos jóvenes de Medellín, pues mientras la Policía dice que a ella y al microtráfico se dedican 160 combos, otros –como Corpades, ong que estudia la violencia de la ciudad– sostienen que estos podrían ser 350, con cerca de 13 mil hombres.
A la extorsión o vacuna debemos ponerle mucha atención, pues en la medida en que no se pueda contrarrestar fácilmente por la dimensión que ha alcanzado, producto de la desconfianza que tienen los ciudadanos en denunciarla, podríamos vernos abocados a padecerla en todas las actividades económicas de la ciudad y en todos sus sectores. Hay casos muy preocupantes; alguien me decía que ya algunas urbanizaciones del sector de La Mota, en Belén, están siendo extorsionadas y, peor aún, me comentó un comerciante del sector de Provenza, en El Poblado, que ya son varios los comerciantes a los que han abordado a pedirles la ayuda para “la seguridad”. Según él, algunos ya están aportando.
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