La semana pasada se generó un gran debate en redes sociales con la segunda cinta de la guionista y directora Celine Song, la también responsable de la hermosa Past Lives, con su última “comedia romántica” Amores materialistas. Y es que nos plantea un escenario que para muchos es un poco difuso.
Esta nueva entrega tiene un guion cuidado y contemporáneo que te logra envolver como si fuera una conversación entre amigos, la dirección es simple pero fresca y elegante (fue grabada en formato de 35 mm) y la trama… bueno, un triángulo amoroso que nunca falla: la protagonista (Lucy), una casamentera experta en encontrar amor para otros, tiene una decisión emocional propia que tomar, se queda con el multimillonario que siempre deseó (Harry) o regresa a lo familiar con su ex y desempleado (John). Sin embargo, no es tan sencillo como parece.
Song plantea dentro de una perspectiva muy cercana y realista cómo tratamos en la actualidad al amor como una inversión calculada y algorítmica, más que como una experiencia genuina de conexión, cómo las redes, las citas y los criterios autoimpuestos terminan desensibilizado nuestros encuentros con otros y la búsqueda esperanzadora del “verdadero amor”.
¿Es el amor solo un buen negocio?
Las apps han convertido las conexiones en un mercado de estadísticas de compatibilidad, riesgos y rendimientos, tal y como se ve en la película; como si fuéramos producto de una empresa de seguros, una transacción y nada más, dejando de lado el romanticismo, el cortejo tradicional y la visión de amor espontáneo.
Ahora, nos concentramos más en tachar una lista de requisitos y estándares autoimpuestos por creer que encontrándose en alguien lograremos llegar a la felicidad; como si tuviéramos el poder de crear a nuestra persona ideal, y nada está más lejos de la realidad, ya que terminamos descartando solo por baja probabilidad.
Para Lucy el amor son solo números, un: “Tú eres lo que yo busco y yo tengo lo que tú buscas”, un negocio que se puede cerrar exitosamente si en nuestra lista no hay nada más por tachar. Pero… ¿eso asegura que nos enamoremos?
El enamoramiento no se planea, solo sucede, sucede en medio de una risa, en una conversación profunda, en un cruce de miradas, en una experiencia compartida, en un beso o en el entendimiento del otro… es química, es una emoción que surge cuando ese otro activa en nosotros algo distinto en nuestro cerebro, es simple, es impredecible, no fríamente calculado.
Y es justo ahí cuando nos damos cuenta que ahora nos movemos entre un “match” y un “no match”; sin dejarnos ir más allá de lo superficial, sin darnos el tiempo, el espacio y la receptividad de conocer a fondo para lograr conectar de verdad.
El amor que creemos merecer
El tachar eso que siempre hemos buscado: belleza, dinero, estatus, valores, etc.. no nos garantiza un amor real y genuino, solo nos habla de cómo el valor que ponemos en nosotros mismos impacta significativamente en aquello que creemos merecer de otro en una relación.
El amor propio es base para nuestra felicidad y nos traza límites en nuestros vínculos con los demás, protegiéndonos de aquello que no aceptaríamos jamás. Sin embargo, el que yo crea que merezco un esposo con 5 casas y 10 empresas no me asegura que justo ese perfil de persona es con quien tendría una vida feliz, ¿o sí?.
Y ese es justo el debate que se está dando y lo difuso del mensaje de Song en su película, porque al final la decisión y la perspectiva sobre el amor es netamente personal y subjetiva.
No está mal elegir a alguien solo porque cumple nuestra lista de deseos; tampoco elegir a otro que no lo hace pero igual amamos; lo que sí estaría mal es dejarnos a nosotros mismos de lado, a nuestros valores y estándares básicos por creer que “solo de amor vive el hombre”.
Muchas preguntas y respuestas muy individuales
“La pareja que elijas definirá por completo cada parte de tu vida”, escribió Song, planteándonos las preguntas: ¿elegimos desde el corazón o desde la razón? ¿El matrimonio y las relaciones son solo un negocio? ¿Si obtengo lo que creo que merezco seré feliz?
Siendo sincera, en mi opinión (y en la de muchos), en ese triángulo amoroso Lucy debió quedarse sola, trabajando en ella, reevaluando lo que cree saber sobre su valor personal y merecimiento y dándose el espacio para de verdad lograr un balance entre eso que siempre soñó y el sentimiento genuino, pero a veces inexplicable, que nos entrega el amor.
Es muy lindo, pero igual muy poco realista, el creer que al final el amor lo puede todo, porque solo con amor, así queramos, no podemos cambiar a los demás, son ellos mismos los que deben trabajar en crecer, en sanar, en ser mejores personas, el amor que entreguemos solo los acompaña en ese camino, pero no hace todo el trabajo.
No se trata de buscar a alguien perfecto, sino de asumir con madurez y conciencia que amar y elegir estar con alguien sí impacta cada aspecto de nuestra vida, para bien o para mal, y que nuestras parejas son medios que nos impulsan a llegar al centro de nuestro propio ser, y eso nunca se nos debe olvidar.