La educación de los sentimientos

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Una de las claves para educar sanamente a los hijos es la conversación. Y una clave del equilibrio familiar: poca televisión
/ Jorge Vega Bravo

El tema de los límites y su relación con la libertad, no involucra solamente lo corporal, sino también el desarrollo anímico. “Lo más importante para la educación anímica es el cultivo de las relaciones humanas” (Michaela Glöckler). Grandes problemas y aún enfermedades psíquicas, se originan en el hecho de que el niño no pudo establecer una relación adecuada, un vínculo real con el yo de su cuidador principal (mamá, papá, abuelos, nana). O que los jóvenes no pudieron establecer una relación humana, cariñosa y estable. Conversar con otro (con-versar es hacer versos, frases, oraciones junto a otro), establecer relaciones sólidas, solo se aprende a través del encuentro humano, del trato mutuo, no de la interfase con un aparato. Encontrarse con el otro es reconocer el límite del yo y el espacio del tú. “Cuando en una familia o en una clase no existe la cultura de la charla, el desarrollo anímico queda relegado a un estado infantil”. Dice Catherine L’Ecuyer, autora de Educar en el asombro: una de las claves para educar sanamente a los hijos es la conversación. Y una clave del equilibrio familiar: poca televisión.

Existen estudios extensos que muestran que los jóvenes criminales poseen un nivel lingüístico de chicos de cuarto grado de primaria y que su nivel de maduración anímica está retrasado y se encuentra entre los 3 y los 7 años. (M. Glöckler). Su vida anímica pendula alrededor del verbo tener, con un bajo nivel de frustración y con las consecuentes pataletas o comportamientos agresivos, que reaparecen en los jóvenes que no tuvieron contactos o relaciones humanas. Es la imagen de un chico violento, que espera la oportunidad para descargar su enojo, su potencial agresivo: es un chico, lleno de frustraciones anímicas, metido en un cuerpo grande, con la cabeza rapada, lleno de metales, cubierto de cuero negro. Pero con el alma de un niño de tres años y con la necesidad de un abrazo, de una caricia, de tener un límite y un centro. Estos chicos no tuvieron encuentros significativos, no charlaron, no jugaron.

Un programa exitoso en Estados Unidos son las escuelas comunitarias donde los jóvenes prisioneros van a la escuela en el día y vuelven a la cárcel en la noche. Estas escuelas cualificaron su labor cuando involucraron elementos de la pedagogía Waldorf y el arte empezó a hacer parte de la labor cotidiana. Estos jóvenes redescubrieron la belleza en medio de la fealdad, se sintieron reconocidos como seres humanos, como sujetos de un destino.

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En un estudio de Desarrollo de Adultos realizado durante 75 años por Robert Waldinger en la U. de Harvard, en Boston, se revela claramente que la clave de una vida sana y feliz es el establecimiento de relaciones humanas saludables y constructivas. “Las personas que encontraron y construyeron relaciones de pareja, de familia y de amigos capaces de superar los grandes retos de la vida, son las personas que vivieron vidas más felices”. “Menos tiempo de pantalla y más tiempo de encuentros cara a cara”.

En el cuento de Goethe, La serpiente verde y la bella azucena, el rey de oro le pregunta a la serpiente: –¿Qué hay más espléndido que el oro? –La luz, responde ella. –¿Qué hay más reconfortante que la luz?– Una conversación. Este es un buen camino para educar el alma y para construir paz: dialogar es encontrarse a través del logos, a través de la palabra.
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