Dotar las marcas de sentido y de poesía. Vestir los logos de conversaciones y de historias. La comunicación no es un proceso, es un intercambio con el mundo y nuestro planeta rota. Cambia.
Es preciso anotar esta frase en un cuaderno. Si usted no sabe qué decir en una reunión de comunicaciones, opine sobre el logo. Eje central de muchas de las discusiones de marca, ‘el letrero’, como suelo decirle, se parece a la palabra etcétera. Lo es todo y no es nada.
Hay una certeza en la mitad del camino. En el nombre de la legión del logo se han perdido grandes talentos de la comunicación y del diseño gráfico, ¿por qué? Porque nos encanta aplanar la creatividad y convertir todo en una palabra cuya tiranía es superior: los procesos.
“Comunicar” es un verbo que ejercemos todos los días, proviene del latín communicare, que quiere decir informar; y de communis, que viene de común, de la participación entre varios. Por lo tanto, no existe otra forma de comunicar, que no radique por sí misma en la conversación, porque cuando decimos “la comunicación”, no hacemos más que declarar una puesta en común. Un intercambio.
Alejados de la definición y del espíritu que debería habitarnos a quienes nos dedicamos a exprimir el lenguaje en beneficio de un nosotros, hemos hecho de la comunicación algo aburrido. Basta con mirar a nuestro alrededor. Tenemos reuniones de horas no para definir una narrativa y pensar en un “¿qué sería lo mejor para conversar?” Las tenemos para pelear por el lugar sagrado donde pondremos esa imagen que nos representa y que no existiría si no la hubiéramos contagiado un día de una historia, de magia. Nos unimos para definir la batería de tuits que vamos a copiar y a pegar para ser trending topic y no para nutrirnos de nuestras diferencias y expresar mensajes diversos.
¿Qué tal si nos sentamos juntos a reimaginar la comunicación? Soy de esas personas que cree más en los acuerdos y menos en los procesos. Seguro tendremos que definir unos mínimos para no hacer tan compleja nuestra existencia porque potencialmente cualquier ser humano se siente un buen comunicador; pero, ¿por qué volvernos un algo que se copia y que se pega cuando somos una expresión de la vida y ella, por sí sola, es diversa?
No vamos a inventarnos nada nuevo y estoy convencida de que la originalidad no existe; pero, al menos, si hablamos y elevamos nuestra consciencia, podremos ser conscientes de nosotros mismos para que el logo no nos mate el intercambio.