Ya nos preparamos para recibir el Túnel de Oriente, una vía tan importante, tan esperada, pero que solo tendrá calzada simple, casi garantizando embudos en ambas direcciones.
¿De dónde vendrá esa afición tan nuestra de ir variando la anchura de las vías? ¿La habremos aprendido de otras culturas, nos llegó genéticamente o, simplemente, la hemos desarrollado por nuestra propia cuenta?
Sea cual sea el origen, posiblemente ya hayamos adquirido el derecho a bautizar a nuestra ciudad como “la Capital del Embudo”. Distinción que exhibiríamos en la misma repisa donde reposa aquella otra de “Ciudad más Innovadora del Mundo” que ganamos en curioso concurso donde votábamos nosotros mismos.
Por donde usted circule en Medellín, la consigna parece ser que una vía en doble calzada en el momento menos pensado se convierta en calzada simple. O, si ya tiene tres carriles, estos pronto se convertirán en dos. Como si el objetivo no revelado fuera impactar a fondo la movilidad. Como si perdiéramos puntos de algún concurso si nos descubren una vía completa y sin interrupciones.
Hace más de 40 años inaugurábamos vías que sí eran completas. La avenida Oriental con sus cuatro carriles.
También la avenida El Poblado lo logró, aunque con sus modestísimos dos carriles. Incluso Las Vegas, construida por tramos a lo largo de décadas.
Hasta que, de un momento a otro, empezó a parecernos normal hacer vías de anchuras cambiantes. Perdimos el rumbo.
Muy connotado, el puente Gilberto Echeverri Mejía sobre la 4 sur, que sin ningún rubor pasa de cuatro carriles a dos al entregar su tráfico a El Poblado. Por supuesto, para terminar en un clásico embudo.
El proyecto de Valorización de El Poblado eleva esta pasión por el embudo a un muy alto nivel. Los Balsos fue ampliada a doble calzada, y como tal atrae gran parte del tráfico hacia el Oriente. Pero llega a ISA y punto. Al proyecto no le importó lo que podría pasar de ahí hacia arriba, resultando en un magnífico embudo todas las tardes en el cruce con la Superior.
Los Parra también tiene su embudo al llegar a la avenida, aunque no por culpa del proyecto sino de un prolongado pleito judicial por fin en vías de solución.
Y ni se diga la Avenida 34, que sube y baja varias veces: En este tramito un carril, en este otro dos, de nuevo uno… embudos en todas partes… debido a lo cual los conductores nos mantenemos cediendo o pidiendo el paso. Con tanta práctica hemos aprendido -no todos, claro- a entrar de uno en uno en los embudos. Esperemos que antes de cinco años (es decir, muy pronto, según la escala glacial de tiempos de Fonvalmed) algunos de ellos hayan desaparecido.
Y ya nos preparamos para recibir el Túnel de Oriente, otro gran monumento al embudo. Una vía tan importante, tan esperada, pero que solo tendrá calzada simple, casi garantizando embudos -en ambas direcciones- en los sitios donde se toma la vía nueva.
Si aún nuestro premio de ciudad innovadora está vigente, ¿no se nos ocurrirá una norma realmente novedosa que impida a las administraciones generar embudos?
O que, cuando menos, ¿las motive a no hacer las obras incompletas y aisladas, sino completas y bien conectadas?