La alborada del 30 de noviembre es una costumbre que lamentamos cada año, pero no hemos podido erradicar. Una reflexión que comparte con los lectores de Vivir en El Poblado el concejal Luis Bernardo Vélez.
En Colombia, la Alborada es celebrada sin falta cada 30 de noviembre desde el año 2003, como una forma de dar la bienvenida a la Navidad. Se considera una de las nefastas herencias de la cultura “mafiosa”, que ha seguido replicándose durante todos estos años, a pesar de las campañas de diferentes sectores por evitarla.
Lea también : Mientras unos tiran pólvora…
Este día es el primero de los días que festejan una época que trae alegría, encuentro familiar, tradiciones, pero también, la época del año en donde más detonaciones se hacen con pólvora.
Nadie quiere ver a un ser querido lesionado con pólvora y menos si se trata de un niño, o un animal, pero es el panorama que se repite cada año. La irresponsabilidad de algunos que recae en otros, porque en su mayoría los quemados con pólvora no son personas que se encontraban accionando los artefactos explosivos, sino simples espectadores.
Cada año, nos vemos enfrentados a un panorama desconsolador, el dolor de muchas familias que tienen un ser querido lesionado y los servicios de urgencias de hospitales volcados a la atención de quemados con pólvora.
Independiente al costo que tiene para cada centro asistencial un herido con pólvora, es el costo que tiene para cada familia, el desconsuelo, la incertidumbre, la culpa.
Las quemaduras con pólvora producen mucho dolor y generan, en muchas ocasiones, secuelas físicas y psicológicas para toda la vida, sin contar las cicatrices y lesiones de tejidos que no pueden ser recuperados. También se pueden generar problemas auditivos, visuales e intoxicaciones.
Cuando se trata de un menor quemado, se contemplan otras implicaciones legales que recaen sobre sus familias. El Decreto 4481 de 2006, señala que a los representantes legales del menor afectado por quemaduras de pólvora y a quienes se les encontrase responsables por acción u omisión también se les aplicará una sanción económica de labor social y, dependiendo de la gravedad, hasta la pérdida de la patria potestad.
El 16 de enero de este año, el Instituto Nacional de Salud presentó la “Vigilancia intensificada de lesiones con pólvora pirotécnica”: de acuerdo con estos registros, entre el 30 de noviembre de 2020 y el 16 de enero de 2021 hubo un total de 725 lesionados con pólvora en el país, de los cuales 16 personas eran menores de edad, el 13.4 % de estas personas tuvieron que ser amputadas y cinco personas más fallecieron.
El Valle del Cauca, Nariño y Antioquia, fueron los departamentos que reportaron más personas quemadas con 88, 77 y 70 respectivamente.
El 30 de noviembre del 2020 se registraron en Medellín y el Valle de Aburrá tres lesionados por pólvora, de los cuales hubo dos menores afectados, uno de ellos con graves lesiones en su audición. También hubo un total de 846 llamadas reportando el uso de la pólvora al 123, esto a pesar de que la pólvora está prohibida en los 10 municipios del Valle de Aburrá.
De acuerdo con la Policía Metropolitana, el balance de este primer día que dio inicio a la temporada navideña del año pasado, también dejó 101 kilos de pólvora decomisados, 79 riñas y 49 casos de violencia intrafamiliar.
Ni siquiera el temor por los contagios del Covid-19 pudo frenar el estallido descontrolado de pólvora desde Barbosa hasta Caldas. Las aglomeraciones en diferentes barrios se hicieron notar a pesar de que el nivel de las UCIS no había disminuido.
El 1° de diciembre de 2020, luego de una noche de explosiones y fiesta, el panorama no cambió, la pólvora no dejó de quemarse y a esto se sumó la basura en las calles de cuenta de papeletas, botellas y otros residuos de los bacanales celebrados.
¿Cuánto daño hace un festejo como este a la niñez, a los animales y al medio ambiente? La alegría por la llegada de la Navidad es opacada en medio de la irresponsabilidad de muchos; las cifras de quemados, personas que nada tuvieron que ver con la detonación de estos artefactos y los padecimientos que aumentan en animales a causa de paros cardíacos, epilepsias y episodios de estrés que terminan enfermándolos.
De esta forma, el dinero sigue lanzándose al aire gracias al costo de una fugaz ilusión llamada pólvora. ¿Cuántas campañas más necesitamos, cuántos muertos, cuántos heridos para convencernos de que la pólvora usada de forma irresponsable, solo trae muerte y dolor a la sociedad?
Por: Luis Bernardo Vélez Montoya
Concejal de Medellín