Con esta obra en nuestra portada seguimos dando a conocer el trabajo de los egresados de la Especialización en Intervención Creativa (EIC), de la Colegiatura Colombiana.
Quizá la mejor manera de presentar a Juliana Correa (Medellín, 1967, @julianacorreag) sea como artista que trabaja con textiles. Es una elección que se vincula con la experiencia histórica del tejido, pero que no se detiene en ella, sino que, más bien, utiliza sus residuos, como materiales para una nueva creación. Su obra se aparta, así, de los objetivos prácticos y estéticos que todas las culturas han buscado alcanzar con la realización, por ejemplo, de telas, mantas, vestidos, bordados o tapices.
Pero también, durante mucho tiempo, Juliana Correa desarrolló sus búsquedas artísticas a través de la creación de prendas de vestir. Por eso, conviene recordar que desde los asentamientos estables del final de la prehistoria, el tejido es una de las manifestaciones más antiguas y permanentes de todos los pueblos; sin embargo, aunque a lo largo de la historia alcanza muchas veces una calidad artística extraordinaria, casi siempre fue considerado solo como trabajo artesanal, doméstico y femenino; en definitiva, un “arte menor”, sin comparación con la arquitectura, la pintura y la escultura, prácticamente acaparadas por hombres. Es claro que la situación ha cambiado de forma radical en las últimas décadas, tanto por la presencia incluso mayoritaria de mujeres en todo el sistema del arte y la eliminación de ámbitos separados por géneros -aunque parece que el mercado mantiene la inequidad-, como por el olvido de la anacrónica división entre artes mayores y menores.
Seguramente no se puede establecer una diferencia radical entre tejidos y textiles. Y, en efecto, a partir de su trabajo con prendas de vestir, Juliana Correa emprende en 2016 una reflexión acerca de las realidades que los relacionan, proceso que despliega en la Especialización en Intervención Creativa de la Colegiatura Colombiana.
Tal vez, la intuición fundamental de todo lo que vendrá después se produce cuando, en lugar de pensar en las telas y tejidos con los que crea las prendas, dirigió su atención a los retazos que quedan de esos procesos y que, sin saber muy bien para qué, conservaba siempre en su taller de producción. El gesto de tomar el retazo es definitivo porque, incluso sin que ella lo buscara conscientemente, transforma su contexto conceptual y estético: lo que tiene ahora en sus manos no es una tela que sirva para la experimentación artística vinculada con un vestido sino apenas un fragmento que la obliga a considerarlo en sí mismo, a pensarlo en lo que es como textil, en la historia que permite descubrir y en las sugerencias que crea.
Lo que se le revela a partir de allí es una realidad poética que, a pesar de poderse remontar a las rupturas de comienzos del siglo pasado con el “objeto encontrado”, conserva toda su potencia. Estos fragmentos tienen una historia y una carga simbólica e incluso política.
uliana Correa los une, hace remiendos, los cose a mano o con máquina, a veces como siguiendo una obsesión repetida. El textil se transforma por el tejido. Sabe que los materiales son su riqueza pero que debe luchar con ellos y, por eso, la descripción de la técnica empleada para crear cada una de sus obras es minuciosa, señalando el origen de los materiales, las sustancias empleadas y las formas de trabajo.
Todo nos dice que esos retazos no son despreciables, sino que, por el contrario, pueden indicarnos simbólicamente el camino de un mundo menos enfermo y consumista, más sostenible, un mundo que reconozca aquí una historia más profunda.