La obra de Juan Camilo Uribe en la portada de Vivir en El Poblado es una invitación a visitar la colección permanente del MAMM.
Con mucha frecuencia se plantea la pregunta acerca del valor de lo que llamamos “arte contemporáneo”: ¿por qué esas creaciones pueden ser consideradas como arte si se alejan totalmente de lo que a lo largo de los siglos han sido las maneras en las que se ha presentado el arte? ¿Nos encontramos frente a verdaderas obras con sentido o, como proclaman algunos de manera “irrefutable”, todo esto es una mera estafa?
Son preguntas importantes que, si uno se pone a reflexionar, no tienen que ver solo con los artistas o los críticos de arte, sino con todos nosotros. Al menos en el sentido de que, efectivamente, desde la más remota antigüedad, los seres humanos han entendido que el arte es una de las manifestaciones esenciales de la civilización y de la cultura: y, por supuesto, de nuestra existencia habla sobre todo el arte de nuestro tiempo, aunque siempre podamos oír los ecos del pasado. ¿Por qué es importante el arte? Porque, como dice la canción, “si se calla el cantor, calla la vida”.
Por eso, incluso antes de concentrarnos en los problemas particulares del arte contemporáneo, conviene siempre pensar en lo que el arte, dicho así en general, nos puede aportar. En última instancia, cada vez que nos ubicamos frente a una obra, de cualquier tiempo y de cualquier lugar, la pregunta es siempre la misma: ¿qué es el arte? ¿por qué los seres humanos, de todas las épocas y de todas las culturas, han creado obras de arte? ¿para qué lo han hecho?
Una respuesta que quizá suene demasiado obvia es que el arte busca hacernos pensar. Llevarnos a caer en la cuenta de las complejidades o de las implicaciones de lo que normalmente nos parece que es simple y claro. El arte nos pone a pensar.
Y toda esta reflexión resulta pertinente cuando nos aproximamos a la obra de Juan Camilo Uribe (Medellín 1945 – 2005) y, de manera particular, a su trabajo “La nueva imagen de Colombia”, de 1979, de la Colección del Museo de Arte Moderno de Medellín. Alguien podrá decir que se trata solo de una imagen del Corazón de Jesús, sacada de la cultura popular e intervenida con los colores de la bandera nacional. Y con un enorme corbatín.
Pero, precisamente, son esos los elementos con los cuales Juan Camilo Uribe nos lleva a entrar en una cascada de reflexiones en las cuales confluyen los más diversos temas.
Quizá el más directo puede ser la presentación como arte de una imagen corriente, que a lo largo de los años ha sido reproducida miles de veces sin ningún interés estético si no, más bien, como explotación de un sentimiento religioso ampliamente difundido: una imagen multiplicada que ahora se presenta como nueva, como única, por las referencias que genera. Pero, además, se carga de implicaciones patrioteras en una especie de escenario oficial, en el cual el absurdo corbatín es una clara referencia al presidente colombiano de ese momento.