/ Esteban Carlos Mejía
Este periódico está listo para ser lo que ya de hecho es: un gran periódico de ciudad
Muchos de los colegas de Julio Posada, que era copy en una agencia de publicidad, se quedaron sansirolés cuando les contó que iba a lanzar un periódico, en un barrio, en El Poblado, para más señas. ¿Sería capaz? Otros se encogieron de hombros. Los menos insensatos pronosticaron bancarrota y lágrimas. Unos pocos, casi a regañadientes, la verdad sea dicha, lo apoyaron en su estrafalaria idea.
El periódico era una novedad en esa Medellín de los años 90, encalambrada por la mafia. Hablaba de cosas pequeñas y cotidianas, temas y asuntos despreciados por otros medios, subvalorizados o ridiculizados con inquina. Pero lo que es la vida: esas rutinas ordinarias -mera frivolidad para algunos- tenían mucho que ver con la vida de las personas, y fueron registradas con respeto y simpatía, sin condescendencias, en un tono que muy pronto se ganó el corazón de los lectores, incluido el más conspicuo de todos, Gabriel García Márquez, al que el ‘periodismo de comunidad’ siempre le ha interesado.
Hoy, casi 23 años después, Vivir en El Poblado es un ícono del periodismo independiente y autónomo. Su circulación gratuita le resulta amable a miles de lectores, al igual que su contenido variado, inteligente y, a veces, punzante sobre la realidad de la comuna suroriental de Medellín, la más favorecida por la fortuna, como dicen algunos. Su proyección, hace rato, supera las dimensiones del barrio. Me atrevo a asegurar que, a punta de abnegación, talento y perseverancia, este periódico está listo para ser lo que ya de hecho es: un gran periódico de ciudad.