En sus programas hay algunas soluciones novedosas, audaces y concretas. Pero también llenan mucho espacio con ideas gaseosas. O que imaginan que el poder del alcalde es muy superior al real.
Familiares y amigos me piden consejo sobre cómo votar para alcalde. Como si yo supiera algo más. Pasé semanas afirmando que no sabía, que aún no tenía idea clara sobre candidatos ni programas.
Sentía una clara apatía frente a esta elección de alcaldes. No conocía a ninguno. Y claro, mi primera tentación era repetir lo que veía en redes: que este no, porque su mayor mérito es ser hijo de su padre; que otro apoyó a Petro el año pasado; que otro solo quiere estar a la sombra de Fico; que aquel otro de dónde salió, etcétera.
Y para los otros 8-10, me conformaba con que no tenían la menor probabilidad de salir elegidos, de modo que profundizar en sus programas, siendo interesante, sería innecesario.
Para tratar de avanzar, con paciencia y valentía leí los programas oficiales de los más opcionados, buscando entender el carácter de cada candidato y cómo sería una eventual administración suya. Y también vi con cuidado un par de debates.
Mi conclusión (sí, no niego que sorpresiva) es que estos candidatos tienen más trayectoria y están mejor preparados de lo que imaginaba. Han estudiado y vivido bien la ciudad y tienden a exponer sus propuestas con fluidez y claridad.
Son muy buenos sus diagnósticos, pero esa es la parte fácil. Ya cuando detallan sus propuestas, queda uno con la impresión de que en los próximos cuatro años todos nuestros problemas se resolverán. Simultáneamente.
Parece que, si los elegimos, seremos por fin una ciudad segura, limpia, educada y bien alimentada, capital tecnológica y referente en América Latina, con el mejor transporte público y su movilidad resuelta. Y, en consecuencia, habitada por ciudadanos felices. ¡Todos y cada uno de nosotros!
Es cierto que dentro de sus programas hay algunas soluciones novedosas, audaces y concretas. Pero también llenan mucho espacio con ideas gaseosas o de dudosa financiación. Algunas imposibles de hacer en solo cuatro años -o en 20- y otras ingenuamente imaginan que el poder del alcalde es muy, muy superior al real.
En síntesis, y perdonando los excesos de paja empacada en buenas intenciones -estamos en campaña, ¿no? – Ramos y Gómez son candidatos aceptables y bien rodeados, que darían continuidad a programas importantes y no desviarían a Medellín del camino mayormente positivo que ha recorrido en los últimos años.
Quintero también es muy capaz, pero me ha parecido deplorable -por oportunista y mal informado- el tratamiento que le ha dado a la crisis de Hidroituango.
¡Y en EPM sí que necesitamos continuidad!