¿Que los hombres y las mujeres no lloran, no sienten dolor, no fracasan? ¿Que no podemos sentir que desfallecemos hasta quedar sin aliento?
¿Que si somos alegres u optimistas no tenemos derecho a estar tristes?
Todas esas preguntas han dado vueltas por nuestras cabezas en más de una ocasión, porque nos hemos metido la idea que los sentimientos son buenos o malos, y realmente, estamos equivocados, porque estos no son positivos o negativos, simplemente son.
Nuestras emociones y/o sentimientos, son personales. Nadie los puede valorar, aprobar o descalificar, porque son subjetivos y están basados en nuestro aprendizaje y experiencias. Lo que sí debemos entender es que sí se puede calificar la manera en cómo expresamos lo que sentimos, pues cada persona es responsable de sus sentimientos y de lo que hace con ellos, aunque siempre está la opción de ponerse en los zapatos del otro e intentar ayudarlo a encontrar nuevamente su calma.
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Tragar mucho u ocultar cómo estamos por dentro por miedo a mostrarnos vulnerables, lo único que logra es aumentar nuestro propio malestar y luchar contra esa emoción que tenemos en ese instante, hace que nuestra atención y energía se centren en la emoción y no en la solución del problema.
Sí, yo sé que están pensando que esto suena muy fácil. Pero ¿saben qué? Es una de las cosas más difíciles que hay y les confieso que esto es algo nuevo para mí, porque hasta hace unos meses yo misma me prohibía sentirme humana, y a la final, lo único que estaba obteniendo es que en mi interior se llenara una botella de mucho líquido hasta que al revolverla, explotó.
Las emociones son necesarias y siempre tienen una finalidad. La clave está en que no hay que dominarlas. Las emociones hacen parte, la clave es no identificarte con ellas, pues no definen quiénes somos. Son maestras, pero no son tú.
Todos tenemos derecho a tener un mal día, a sentir miedo, a tener rabia, frustración, celos, ansiedad y demás, lo importante es no quedarnos ahí, pero sí sacarlo de nuestro cuerpo, porque no solo nos va a perjudicar a nosotros mismos, sino que además, vivir guardando nuestros sentimientos puede llegar a deteriorar las relaciones con las personas que queremos.
¿Saben en qué pecamos a veces? En que nos faltan empatía y tacto. Si aprendemos a expresar lo que sentimos y empezamos a interesarnos por cómo se sienten los demás, estaremos mejorando nuestra manera de comunicarnos con las personas que queremos.
Por: Laura Mejía