Es muy difícil no tutear al padre Jorge Villalobos. Te envuelve con eso que la gente llama don de gentes, te escucha con atención y te habla con respeto. Tiene pinta de galán de telenovela mexicana. No es casual: nació en Durango, a medio camino entre San Luis Potosí y Culiacán, como en un corrido de José Alfredo Jiménez. Ya casi no tiene acento. En vez de “no manches, güey” tiende a decir “eh, ave María, pues”. Sin exagerar, claro.
No predica: convence. Su elocuencia es antirretórica, sin alambiques oratorios. Charla (o platica) con sencillez y claridad, a punta de ejemplos cotidianos o de remembranzas de grandes obras de literatura universal. Es capaz de reírse de sí mismo y no se deja confundir con preguntas capciosas ni con novedades teológicas. Y eso que fue ordenado en el Vaticano por el mismísimo Juan Pablo II. Vivió unos meses en Curitiba, Brasil. En 1992, sus superiores lo trasladaron a Medellín. Con humor, pensó que alguien quería deshacerse de él, pues por entonces nuestra ciudad sufría los peores estragos de la mafia. A los pocos días, se sintió feliz. “Qué tierra tan hermosa, qué gente tan amable, qué valentía”. Hoy en día es párroco en San Juan Bautista de La Salle, en Copacabana, casi en los límites con Girardota. Lidera la Fundación Gente Unida, que en diecisiete años ha construido seis colegios populares y un hogar para niños. Las dos horas con el padre Villalobos, en el último conversatorio del Centro Comercial Santafé y Vivir en El Poblado (la Navidad, el amor y la familia), se fueron volando. Por eso, nos comprometimos a volverlo a invitar el año entrante.
Con frases precisas y comprensibles, habló de los seres humanos. “Somos cuerpo, mente y espíritu. Cuidamos nuestros cuerpos en los gimnasios. Hacemos múltiples actividades intelectuales. Pero ¿qué le dedicamos al espíritu?”. Fue contundente: “la espiritualidad es la experiencia divina en cada persona. Y la Navidad es la época más propicia para cultivar el espíritu”. Lo interrumpí, con la venia del patrocinador, y le hice ver las dificultades de ser espiritual en una temporada tan mundana, compras, natilla, buñuelos, pavo, perniles, Papá Noel, renos, traídos del Niño, alumbrados. No se alteró. “Para cultivar el espíritu, lo primero que tenemos que hacer es sacar tiempo. Tiempo para estar solos y en silencio. Tiempo para agradecer a Dios por las bendiciones recibidas, tanto materiales como espirituales. Debemos hacer un ‘stop’ para dar gracias”. Gran consejo iniciático. “Después hay que buscar y encontrar un camino. Con sus alegrías y dificultades, vaivenes, avances y retrocesos. Y seguirlo como es”. Se trata de una elección individual, una decisión propia. “Hay que confiar en ese camino”.
De la espiritualidad pasamos a la solidaridad. “Por naturaleza somos altruistas. Por educación y cultura, somos egoístas”. Recordó a Jean Valjean y los candelabros del obispo, uno de los pasajes más conmovedores de Los miserables, de Victor Hugo. “No te prives de ayudar a nadie”, concluyó. “A ti no te empobrece, a ti te enriquece”. Y bajo el signo de la caridad, el padre Villalobos nos deseó felicidades en Navidad, espíritu de espíritus.
En 2013 seguiremos con los conversatorios con Santafé. Estén pendientes de la información. Mientras tanto, por favor, pásenla bien. ¡Requetebién!
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