En los primeros años de vida, los niños y niñas construyen las bases no solo de sus conocimientos académicos, sino también de cómo se relacionarán con el mundo. Estas interacciones tempranas son fundamentales para desarrollar habilidades sociales, un conjunto de capacidades que nos permiten colaborar, comunicarnos, resolver problemas y adaptarnos en diversos contextos. En ocasiones subestimamos su relevancia, sin entender que estas habilidades son predictores muy precisos del éxito futuro definido como esa capacidad de participar en sociedad con todo mi potencial.
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Un niño que aprende a esperar su turno, expresar sus emociones, trabajar en equipo y negociar conflictos está construyendo un camino hacia un futuro más exitoso tanto en lo académico como en lo profesional. Pero, ¿cómo ocurre este proceso? ¿Qué implicaciones tiene para los padres y cuidadores?
Las habilidades sociales son un conjunto de competencias que permiten a las personas interactuar efectivamente con los demás en diferentes contextos. Entre las principales habilidades encontramos la comunicación asertiva: Expresar ideas y sentimientos de manera respetuosa, empatía: Entender las emociones de los demás, resolución de conflictos: Encontrar soluciones sin recurrir a la agresión o el aislamiento. cooperación y trabajo en equipo.
Estudios de Harvard y otros centros de investigación muestran que los niños que desarrollan habilidades sociales tempranas son más propensos a tener: mejor rendimiento académico, relaciones interpersonales saludables, éxito profesional a largo plazo.
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Durante la primera infancia (0 a 6 años), el cerebro experimenta un crecimiento y desarrollo que no ocurre casi en ningún otro momento de la vida. Es en este período donde se construyen las conexiones neuronales que permiten el aprendizaje y la regulación emocional, siendo determinante en el ensamblaje posterior de sus habilidades sociales.
Como adultos entonces, tenemos que saber que las experiencias diarias con padres, cuidadores y compañeros son claves para el desarrollo de estas. Además, el juego es un elemento crucial. Juegos de roles, cooperación y resolución de problemas permiten a los niños ensayar y mejorar estas competencias.
Numerosos estudios han demostrado que las habilidades sociales están íntimamente relacionadas con el éxito académico. La regulación y estabilidad emocional que brinda sentirse acogido por un entorno, pero además siendo un miembro valorado y acogido por el grupo, es un catalizador de los procesos de curiosidad y aprendizaje que potenciarán este desarrollo. Un estudio longitudinal de la Universidad de Pensilvania encontró que los niños con habilidades sociales desarrolladas en preescolar tenían una probabilidad significativamente mayor de terminar la universidad y obtener empleos estables en la adultez.
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En el mundo laboral actual, las habilidades blandas (soft skills), como la comunicación, el liderazgo y la empatía, son tan importantes como las capacidades técnicas. Las Empresas globales buscan profesionales con habilidades interpersonales fuertes, que puedan trabajar en equipo, adaptarse a cambios y resolver conflictos. La capacidad de comunicar ideas y construir relaciones efectivas es clave para liderar equipos y alcanzar metas organizacionales.
Rol de los padres y educadores en el desarrollo de estas habilidades
El desarrollo de habilidades sociales no ocurre por casualidad. Los padres y educadores cumplen un rol fundamental y pueden hacerlo con algunos de estos tips:
- Modelar comportamientos adecuados: Los niños aprenden al observar cómo los adultos gestionan sus emociones y resuelven conflictos.
- Enseñar habilidades concretas: Estrategias simples, como cómo pedir disculpas, expresar necesidades o escuchar a los demás, pueden enseñarse desde temprana edad.
- Fomentar el juego y las interacciones grupales: hacerlo en espacios donde inicialmente podamos reconocer sus retos y trabajarlos en otros entornos.
Grupos de formación de habilidades sociales: existe amplia evidencia sobre el potencial que tiene estos espacios para enseñar explícitamente habilidades que en casa no logran adquirir, para eso debe contar con expertos en el tema.
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Cuando las habilidades sociales no se desarrollan adecuadamente, los niños pueden enfrentar desafíos en su vida adulta:
- Dificultades en las relaciones interpersonales.
- Problemas de adaptación en el entorno escolar y laboral.
- Mayor riesgo de ansiedad y aislamiento social.
- Menor probabilidad de relaciones de pareja y familiares duraderas.
Por ejemplo: Un estudio del National Institute of Child Health encontró que la falta de habilidades sociales en la infancia estaba asociada con menores ingresos económicos y niveles de satisfacción personal en la adultez.
El desarrollo de habilidades sociales en los primeros años de vida es mucho más que lo que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en habilidades sociales como muchos amigos, invitaciones, popularidad etc., realmente, es una inversión en el éxito futuro de los niños y niñas. Como padres, educadores y miembros de la sociedad, debemos entender que estas capacidades son tan importantes como los logros académicos, los cuales como vimos, dependen intrínsecamente de estas.
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Las investigaciones son claras: un niño con habilidades sociales sólidas tendrá más oportunidades de aprender, crecer y prosperar en un mundo cada vez más complejo y conectado. La primera infancia no puede dejarse al azar; debemos brindar a nuestros niños y niñas las herramientas necesarias para construir relaciones sanas, resolver problemas y convertirse en adultos exitosos y felices.