El llamado es a escuchar la alarma, a contemplar los hechos para llegar a aceptar que nunca antes habíamos tenido en nuestras manos tal poder de destrucción de la naturaleza.
¿Qué es el Antropoceno? En pocas palabras, este término busca referirse a una nueva época geológica con una característica especial: los humanos somos una fuerza capaz de cambiar y determinar las condiciones planetarias ¿Parece exagerado que una especie sea tan poderosa como para cambiar el rumbo de un planeta? Pues, aunque parezca algo sacado de una película de ficción, la evidencia científica es clara al respecto: el aumento de la temperatura global, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del aire y la perturbación de los flujos de nitrógeno y fósforo son límites que se han cruzado a nivel global como resultado de nuestro modelo de desarrollo.
La popularización del concepto se le atribuye al Nobel en Química, Paul Crutzen, y se dio hace alrededor de dos décadas (aunque años atrás se había utilizado, lo que indica que no se trata de una preocupación nueva). Como se mencionó atrás, al decir “Antropoceno” se señala que los cambios biofísicos que generamos han alcanzado ya una escala planetaria, llevando a la Tierra (y a nosotros con ella) lejos del equilibrio que hemos disfrutado en el Holoceno, época geológica en la que nos encontramos desde hace (¿o en la que estuvimos por?) más de once mil años.
Hay quienes dicen que el Antropoceno comenzó con la Revolución industrial. Desde otras orillas, se propone el inicio de esta nueva época en la mitad del siglo pasado. Y no falta la posición que lo rechaza, arguyendo que nuestro impacto comenzó hace decenas de miles de años (por ejemplo, fue hace muchos siglos que empujamos al abismo de la extinción a la megafauna de Australia y de América) y que por ende no hace falta el concepto.
Escuchar la alarma
¿Se tratará entonces de un término desacertado, de una simple figura metafórica? Da igual. Incluso si en los grupos científicos encargados de este tipo de asuntos se decide no aceptar que entramos en una nueva época, el cuidado de los ecosistemas es imperativo. Es decir, aquí lo importante no es lo que se concluya en el debate científico sobre si se reconoce una nueva época o no, o si esta se bautiza como Antropoceno, Capitaloceno, etcétera. Lo valioso es el surgimiento del debate en sí. Incluso si es “simplemente” un constructo filosófico, el llamado es a escuchar la alarma, a contemplar los hechos para llegar a aceptar que nunca antes habíamos tenido en nuestras manos tal poder de destrucción de la naturaleza y que, por ende, a la variable “ecología” debe dársele mucho más peso en las ecuaciones de toma de decisiones.
Nuestros sistemas normativos, que por tanto tiempo han priorizado de manera aislada los asuntos humanos inmediatos, tienen que cambiar de mirada: ahora es imprescindible evaluar también a largo plazo y de manera juiciosa la interacción de esos asuntos humanos con lo que está ocurriendo con el ambiente y, en consecuencia, reconocer que los problemas éticos de este momento de la historia son también diferentes y representan nuevos retos. Y todo esto, claro está, debe entrar en las decisiones de los gobiernos y las empresas… y de la ciudadanía y los consumidores, que somos todos.
¿Para qué el poder que hemos conseguido, si destruimos lo que nos da todo (la vida, el sustento para mantenerla)? Adquirir más y más poder, y no saber manejarlo, es una maldición. Hace un tiempo, en otro artículo, cité a Albert Schweitzer cuando recibió el Premio Nobel de Paz. Dijo: “el hombre se ha convertido en un superhombre, pero el superhombre con su poder sobrehumano no ha alcanzado el nivel de la razón sobrehumana”. ¿Será esto cierto? Pareciera que sí. Sin embargo, hay razones para pensar que podemos llegar a refutar esta idea: en el mundo existen iniciativas excepcionales (empresas, organizaciones, ciudades, comunidades, etcétera) en las que, razonando sin excluir la solidaridad y el cuidado ecológico, se aprovecha el potencial humano para armonizar las relaciones entre nosotros y con la naturaleza, contribuyendo a la sostenibilidad. ¿Qué tal si aportamos para que estas iniciativas sean la regla y no sólo excepciones?
Alejandro Álvarez-Vanegas es MSc. en Ciencias de la Sostenibilidad y candidato a doctor en Gobernanza y Análisis de políticas públicas, experto en temas de desarrollo sostenible y economía circular.