Gastroscopio (4)
Sostengo que la buena cocina es el mejor antídoto a las ideas funestas, lúgubres y tristes. La cocina enamora por la belleza de los productos simples y bellos, la sensualidad de los gestos que los transforman y la buena conversación que la acompaña.
Por eso propongo un concepto que espero pueda contribuir a la construcción gastronómica: la cocina emotiva. Aquella cocina que puebla nuestra memoria infantil, donde recordamos ollas humeantes, cocineras recursivas y sabores simples. Aquella mesa familiar siempre bien tendida y abundante de la que nos tienen exiliados y que ahora como adultos intentamos recuperar y perpetuar, por lo general con muy poco éxito.
Cocinamos para mantener vivos los recuerdos de la infancia, la libertad de comer con las manos, de desmenuzar, de comer sin red, sin considerar la gula como pecado. Cocinamos para materializar nuestras ideas, para llevarlas lo mas lejos, para buscar, encontrar y volver a comenzar.
Cocinamos para mantener viva una gastronomía que no puede basarse en otra cosa que productos, personas y conversa, en cocina emotiva. Cocinamos para transmitir nuestra identidad, contar nuestra historia mestiza, para defender nuestras especificidades nacionales, regionales y locales. El talento y la calidad del cocinero no radica en mezclarlo todo, sino en transmitir emociones sencillamente.
La gastronomía es pasado y presente. Por eso: ¡Ya entramos a la modernidad! Estamos en Facebook para opiniones, comentarios, quejas y críticas.
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Gastroscopio (4)
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