Con su batalla constante contra la minería ilegal, Francia Márquez Mina ha logrado que esta actividad haya dejado de hacer estragos en Suárez, su municipio, en el departamento del Cauca.
Cuenta la leyenda que, hace un tiempo, un bosque se empezó a incendiar… Todos los animales que vivían en él corrieron despavoridos y, desde afuera, veían cómo su hogar iba siendo consumido por las llamas. Los elefantes, los tigres, los osos, los venados, todos miraban asustados, paralizados. De repente, un colibrí cuyo hogar también era el bosque empezó a volar frenéticamente para recoger agua de un lago cercano, que luego, con su pequeño pico, vertía sobre las llamas. Iba de un lado para otro, sin parar, sin dudarlo. Al cabo de un rato, los otros animales, en medio del letargo que a veces produce el miedo, le preguntaron: “pero, ¿qué estás haciendo, pequeño colibrí? ¿No ves que con tu tamaño no podrás apagar el incendio?”. Y el colibrí contestó: “estoy haciendo todo lo que puedo, lo mejor que puedo”.
Esta historia la contaba la líder y activista africana Wangari Maathai, fundadora de The Green Belt Movement (el Movimiento Cinturón Verde), un hermoso proyecto de desarrollo que le valió ser ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2004. Su propia historia se parece a la del colibrí: cuando muchas mujeres de las zonas rurales de su Kenia natal se empezaron a quejar porque los bosques y nacimientos de agua cercanos estaban desapareciendo, lo cual las obligaba a ir cada vez más lejos a buscar agua o leña, Maathai decidió tomar acción y creó un proyecto en el que la restauración de los bosques, la conservación de la naturaleza y el mejoramiento de la calidad de vida de las mujeres afectadas, estaban totalmente entrelazados. Hoy, 40 años después, el Green Belt Movement ha sembrado 51 millones de árboles, ha formado a más de 30 mil mujeres en apicultura, agricultura y reforestación, entre otros, y cuenta con una red de 4 mil grupos comunitarios, que viven del bosque, lo cuidan y lo restauran.
En este planeta somos muy afortunados, pues contamos con muchas y muchos Wangaris Maathai – “colibríes” que dedican su vida a proteger los derechos de sus comunidades y de su entorno natural. En Colombia, sin irnos muy lejos, tenemos muchos ellos (tanto en el sentido literal, como figurado). Por ejemplo: Francia Márquez Mina. Igual que Maathai, esta mujer es líder y activista. Con su batalla constante contra la minería ilegal, ha logrado que esta actividad haya dejado de hacer estragos en Suárez, su municipio de origen, en el norte del departamento del Cauca. Gracias a su lucha incansable, el río del cual depende su comunidad para vivir ahora ya no está lleno de mercurio y cianuro, como lo estaba antes, y la cultura y las tradiciones ancestrales de su territorio se están conservando. Esta inspiradora mujer fue galardonada en abril de este año con el Goldman Environmental Prize, conocido como el “Premio Nobel de Medio ambiente”, y, a pesar de que continuamente está sufriendo amenazas, ella sigue ahí, luchando por una Colombia mejor, por un mundo mejor.
Casos como el de estas dos mujeres me ponen a reflexionar acerca del rol que cumplimos (o podríamos cumplir) todos nosotros en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestro entorno cercano ¿Será que cada uno podría ser un colibrí que hace todo lo que puede, lo mejor que puede, en cualquiera que sea el área o el lugar en el que viva o trabaje? Los dejo con esta pregunta y con la tarea de buscar inspiración para convertirnos en colibríes que vuelan sin parar para cambiar el statu quo. En mi caso, esta inspiración viene de historias como las de Wangari Maathai y Francia Márquez. Sin el trabajo de ellas, y de muchas otras personas que, incluso, pierden su vida por su lucha, los pequeños avances que hoy tenemos en materia ambiental y social no serían una realidad.
P.D: Este artículo está dedicado a los 123 (o más) líderes sociales y ambientales que han sido asesinados en Colombia durante este año. No dejemos que nos sigan matando a nuestros colibríes.