Si hablamos de nuevas masculinidades y de la necesidad de crianzas más conscientes, también deberíamos hablar del acompañamiento a los hombres que, conscientemente, deciden como padres ser parte de esta aventura.
Bajo el manto de la que podría definir como una gran fortuna, he de decir que tengo cerca de mí grandes amigos no solo con consciencia feminista, también excelentes padres de familia preocupados por la crianza de sus hijas y de sus hijos. Todos ellos celebran con responsabilidad su paternidad, historia diferente a la de muchas personas que, como yo, conocieron dos padres porque el de cuna las abandonó.
Hace un par de semanas empecé a reflexionar conscientemente sobre las enseñanzas que ellos, Santiago, Juan Miguel, Luisga, Mauricio, Caliche, Johansson, José y otros me han dejado; pero, también comencé a hacerme preguntas por lo solos que, en muchas ocasiones, se encuentran.
País de madres solteras –y esto puede comprobarse en estadísticas-, los pocos hombres que son diferentes y que celebran la idea de ser padres desde el ejercicio del ejemplo suelen encontrar tropezones en el camino. Desde la mera idea de ingresar con su hija o hijo a un baño de un centro comercial hasta encontrarse solos frente a reflexiones tan profundas como: “Quiero pedirle perdón a mi hija porque con ella entendí que soy machista y que por ella quiero cambiar”.
Es la historia de Santiago, un gran amigo suizo-caleño que recientemente nos visitó y que en medio de una conversación de almuerzo, me contó cómo se acercó al feminismo y cómo en nombre de su hija, Lilua, decidió desconfigurar su cerebro para comenzar a ser lo que mi jefe llama “un machista en recuperación”. Me permito parafrasearlo: “Por ella me hice consciente del lenguaje y de todas las formas en las que atentamos contra lo femenino, de cómo todo lo malo y lo débil se relaciona con la mujer y mi hija es fuerte, independiente y quiero que lo siga siendo”.
También, en esa conversación, me contó de lo solo que se sentía en ese proceso porque ni en el colegio y ni en la sociedad suele encontrar otros padres con quién tener conversaciones que lo iluminen en ese proceso. Lo ha aprendido solo, consumiendo el mundo y con orgullo puedo decirle: ¡Santi, lo has hecho muy bien!
Pero la soledad existe para esos padres e incluso he asistido a conversatorios feministas donde hombres animados preguntan qué pueden hacer y han recibido respuestas tan contundentes como: “En el mundo hay mucha literatura feminista, que lean”. Me pregunto con el respeto que mis amigas, tan feministas como yo se merecen, ¿será ese el único camino?
Soy de las que creen en el amor como el mejor camino para comunicarse. Lo he comprobado conversando con mis compañeros “machitos”. También puedo ser una guerrera que como Artemisa acude al arco y a las flechas para defenderse. Todo dependerá del cruce de caminos.
Pero, si queremos una mejor sociedad, deberíamos escuchar a estos hombres, a estos padres. No para que piensen como nosotras; pero, sí para aportar a un camino tan valioso como la vida misma: “la decisión consciente”. Es seguro que en las paternidades conscientes también radica el éxito de un proyecto de vida y si llegamos a dudarlo, solo es cuestión de mirarnos a un espejo.