Estamos mejorando…
Comparto con los lectores mi evaluación de los sitios visitados, la que podría ser sesgada o incompleta pues obedece a mis criterios personales y a una sola visita a cada uno de ellos
Después de casi dos años regresé a Medellín. Fue una visita corta que me permitió formarme una idea aproximada, pero naturalmente incompleta, de los cambios realizados durante el tiempo que estuve fuera de la ciudad.
La nota positiva, para mí, es la vitalidad que muestran la ciudad y sus gentes, representadas en aspectos como por ejemplo: los nuevos teleféricos que comunican al metro con comunas enclavadas en medio de las laderas que circundan la ciudad; las nuevas escuelas o bibliotecas que han traído un cambio profundo en las actividades de las personas que habitan su área de influencia; las vías de comunicación que se han puesto en servicio o modificado; y para no extenderme, las nuevas edificaciones para oficinas o viviendas emplazadas a lo largo y ancho del valle y áreas circundantes. La ciudad, sus calles y edificios continúan siendo limpios, lo que compara muy favorablemente con otras ciudades del país o del exterior. Capítulo aparte merece la limpieza y orden del metro y sus estaciones, que superan en estos aspectos a otras ciudades que conozco. Para terminar esta parte del artículo, señalo como algo extremadamente positivo la identificación que observé respecto a su lugar de trabajo en personas de las escuelas, bibliotecas y metro, que me hablaron de ellos con sumo orgullo y cariño. Me quedó una pregunta: por qué son tan costosos los peajes en las vías que conducen al área de Rionegro y aeropuerto, y por qué se permiten peajes diferentes para zonas muy cercanas entre sí (carretera Sancho Paisa aeropuerto – carretera Sancho Paisa la Fe y carretera Envigado la Fe), situación que yo sepa es única en zonas donde existe dicho cobro.
Observé también un bienestar creciente, representado para mí – con respecto a los temas específicos de ésta columna – en la muy amplia oferta de productos frescos y procesados que se encuentran en las plazas y supermercados, acompañados por un incremento sustancial en la oferta de vinos y licores de diferentes procedencias y con precios competitivos respecto a sus países de origen, algo realmente extraño es que en un país con acceso a dos océanos la oferta de pescados y mariscos sea fundamentalmente de producto congelado con casi o ninguna presencia de producto fresco. Los supermercados de las diferentes cadenas cuentan con amplios pasillos que le facilitan las compras a los clientes y hacen más placentera la visita, a esto lo complementan un número adecuado de cajas registradoras que evitan congestiones en el momento de terminar la compra; cuando visité a “Casablanca” en la zona de las partidas hacia el aeropuerto me sentí en algunos momentos en Estados Unidos y otros en algunos países de Europa; en mi opinión es un lugar que merece conocerse y disfrutarse y que para mí hace un gran aporte a la cultura gourmet de la ciudad.
Tuve oportunidad de visitar y ser atendido en varios restaurantes o sitios más sencillos de venta de comida en Medellín mismo, en las zonas aledañas al aeropuerto de Rionegro y finalmente en Guatapé, en ellas tuve experiencias de todas clases: desde la excelencia en la trilogía cocina-servicio-ambiente, hasta una deficiencia importante en algunos o todos estos criterios. A continuación comparto con los lectores mi evaluación de los sitios visitados, la que podría ser sesgada o incompleta pues obedece a mis criterios personales y a una sola visita a cada uno de ellos.
Para mi gusto, la excelencia en los tres criterios de calificación la encontré nuevamente en “Casa Molina”, con su maravilloso servicio de nueve platillos cada uno más intrigante que el otro en cuanto a sabor, cocción y calidad de la preparación; la descubrí también en el impactante restaurante “In Situ” del Jardín Botánico con su cocina mediterránea y en un sitio pequeño de El Poblado denominado Milagros, con novedosos platos de la cocina mexicana.
En el renglón siguiente calificaría a “Hato Viejo” y a “El Herbario”, pero hago notar al lector que el 80% del pedido estuvo cocinado y servido a la perfección pero en un 20% hubo deficiencias en la carne ofrecida a uno de los comensales de nuestra mesa: dura y sin sabor, tema que refiero a sus dueños o administradores para que evalúen si se trata de casos fortuitos o de algo permanente que merecería ser corregido.
A continuación y como muy buenos yo calificaría a “El Almanaque”, cerca al aeropuerto en la vía que parte desde Sancho Paisa, sitio sencillo, con comida hogareña de muy buena factura y que nos deleitó con los mejores jugos de fruta fresca; a “Mi Buñuelo”, en Llanogrande – impecables buñuelos recién hechos iguales o mejores que los que yo comía hace 20 años en esta cadena, acompañados de una naranjada, manjar que hace muchos días no probaba; y a “Mulata Criolla”, de Plaza Mayor – gigantescas y maravillosas ensaladas preparadas con productos frescos y de primera calidad.
La calificación más baja se la asignaría a “La Hostería de los Recuerdos” de Guatapé. Sitio localizado en un lugar privilegiado sobre el embalse del Peñol, con un buen servicio y que ofrece una carta que me pareció similar a la que encontraba hace 20 años en los restaurantes de Medellín, con precios moderadamente altos y al final con una calidad de cocción y presentación que para mi no se condicen con los precios pagados.
En resumen, encontré en esta oportunidad un nivel superior, respecto a visitas anteriores, en cuanto a la calidad de cocción servicio y ambiente en aquellos restaurantes que visité. El incremento de la oferta hace la evaluación de los restaurantes de una ciudad como Medellín un verdadero pero interesante desafío, pero a riesgo de equivocarme, me parece que su calidad en comida, servicio y ambiente general ha mejorado notablemente, lo que indicaría un mayor profesionalismo por parte de los responsables de los restaurantes y una mayor exigencia y sofisticación por parte de los clientes; pero quiero dejar en claro que en mi opinión todavía queda camino por recorrer para lograr tener un polo gastronómico de referencia nacional o internacional.
Buenos Aires, septiembre de 2009.
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