Díganme frígido o anorgásmico, insensible o antipático, lo que quieran, pero soy incapaz de sentir envidia o caridad por aquellos que, pudiendo leer, no leen ficciones. Sin juzgar, imagino sus vidas vacías, como en Temes, bolerazo de Vitín Avilés. Pegados al televisor, desorientados, sin imaginación, rústicos, pensando en vacas y bestias, en ganados, pues. O, quién quita, rezanderos, cándidos, prósperos y borregos, de rodillas ante la Virgen de los Sicarios rogando para que gane el No. Digo todo esto con tranquilidad pues tengo la certeza de que no me van leer. (Emoji de carita burletera) Para mí, una vida sin ficción es una existencia perdida, amarga, inútil, un genuino pecado capital, el dios (uno en tres o tres en uno) de los católicos me perdone(n).
* Día tras día. ¿Y la efeméride literaria de esta semana? El 10 de septiembre de 1976 en Los Ángeles, California, a los 70 años de edad, moría de un ataque cardíaco el escritor y guionista Dalton Trumbo, víctima del macarthismo, esa inquisición gringa tan parecida a la que quiere montar en Colombia el sacristán Alejandro Ordóñez, dicho con el debido respeto a los sacristanes de este país de sacristanes.
El Comité de Actividades Anti Norteamericanas del Senado de Estados Unidos puso a Trumbo en la lista negra de Hollywood por su militancia comunista. Pasó 11 meses en una penitenciaría federal. Cuando salió se dedicó a lo que mejor sabía hacer, escribir guiones, en cuerpo ajeno. Con un nombre ficticio, Robert Rich, llegó a ganar un premio de la Academia Cinematográfica. En 1939, antes de la persecución en su contra, había publicado Johnny cogió su fusil (National Book Award), novela antibélica y pacifista que, a mí, Mejía mestizo, me hizo llorar y llorar y llorar.
Dalton Trumbo es símbolo de valentía y dignidad. Me acuerdo en este momento de dos filmes inspirados en su vida. The front (El testaferro), dirigida por el también perseguido Martin Ritt y protagonizada por Woody Allen en 1976. Y Trumbo, del año pasado, dirigida por Jay Roach y protagonizada por Bryan Cranston, el pernicioso Heisenberg de la serie Breaking Bad. Con ambas películas también se llora, qué vaina. ¡Ay, Dalton Trumbo, haces falta en Hollywood… y en Colombia!
* * Body copy. “Y, por favor, miénteme. Aunque sean tonterías, escríbeme, escríbeme, ojalá a mano, en tinta azul y en el papel más viejo que encuentres en el hospital. Escríbeme, como me dijiste alguna vez, que no me tome tan en serio a mí mismo, y explícame de nuevo aquello de que patético no es ridículo, pues viene de pathos, de pathos pasión, de pasión padecer. Explícamelo de nuevo con tu letra de antes de la guerra, y con tus palabras, no con las de los psiquiatras que te atienden, y cuéntame de nuevo cómo fue aquella tarde en que llegaste a la sublime conclusión de que si te tomabas en serio, tan en serio, si nos tomábamos así, íbamos a tener que matarnos todos de aguda gravedad. Dime que lo que escribiste entonces aún es cierto.”
Fernando Araújo Vélez. Y por favor, miénteme. Sílaba Editores, agosto de 2016.
* * * Vademécum. ¿Envidia? “Tristeza o pesar del bien ajeno”. ¿Caridad? “Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno”. ¿Anorgásmico? “Que padece anorgasmia: ausencia o insuficiencia de orgasmo”. ¿Macarthismo? “Acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se respeten los derechos del acusado”.
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