/ Carolina Zuleta
La mayoría de personas viven de una manera que yo llamo “en piloto automático”. Si bien están yendo a lugares, lo hacen dormidos y sin consciencia. Pueden estar en sus casas, pero no en su hogar. Pueden estar ocupados pero no realmente comprometidos. Aunque estén haciendo cosas, que en teoría son divertidas, no se divierten realmente. Hablan pero no tienen conversaciones, oyen pero no escuchan, comen pero no saborean. Se despiertan todos los días al lado de la misma persona, pero realmente no la conocen.
Mirando mi vida me he dado cuenta de que yo también, en muchos momentos, he vivido en piloto automático. Y la pregunta que me hago es: ¿por qué? Yo quiero tener una vida feliz, plena y llena de significado. Quiero que cada minuto de mi día cuente para hacer este mundo uno mejor. Y sin embargo, me encuentro desconectada, haciendo cosas sin pensar, dejando los momentos pasar, ¿por qué?
La realidad es que vivir es difícil y hacerlo a consciencia requiere mucha valentía. Aunque somos adultos, y en teoría eso significa que somos fuertes y que tenemos nuestra vida bajo control, la realidad es que todos somos unos niños asustados. Tenemos miedo a no pertenecer, a no ser amados, a no lograr nuestros sueños, a que nos critiquen, a perder a nuestros seres queridos, a no tener suficiente dinero. Todos queremos ser vistos, escuchados, amados y queremos saber que somos suficiente. Todos los días experimentamos dolor y hacemos lo que sea por evitarlo.
La profesora budista Pema Chodron dice, en su libro Los lugares que te asustan: “Nunca subestimes tu inclinación por escapar cuando sientes dolor”.
Escapamos endureciendo nuestro corazón para no sentir tanto. Escapamos viviendo en piloto automático. Escapamos comiendo, bebiendo y viendo televisión en exceso. Escapamos tolerando relaciones que no nos hacen felices, tolerando trabajos que no están alineados con nuestros valores y principios. Vivimos en piloto automático no porque no sepamos vivir de una mejor manera, sino porque vivir a consciencia significa que vamos a sentir dolor y tristeza.
El problema con escapar del dolor es que también lo hacemos del amor y de la felicidad, pues no hay manera de aquietar un solo sentimiento. Si adormecemos el dolor, también apaciguamos el placer. Si queremos vivir una vida plena, llena de amor y felicidad, tenemos que hacer lo que dicen los Enanitos Verdes en una de sus canciones: “Hay que correr el riesgo de levantarse y seguir cayendo.”
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