En Medellín, los trancones ya son pan de cada día. ¿Qué nos espera en los próximos años? Muchas cosas por aprender.
Esperamos que en 2022 terminen las obras del proyecto de Valorización de El Poblado, por fin, luego de muchos años de construcción. Poco a poco se han ido entregando las obras: unas fueron rápidas, otras lentísimas. Algunas excelentes, pero otras claramente mal planeadas y peor ejecutadas. Hay de todo.
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Lo que nos vendían como un proyecto transformador, imprescindible, y por el que pagamos altas cifras -más con resignación que con entusiasmo- ya se volvió parte del paisaje. Varias obras ni se ven ni se sienten, los trancones las devoraron.
Las promesas tantas veces repetidas de que llegaríamos más rápido a casa hoy son, con toda razón, motivo de burla. Era obvio que esto no se iba a cumplir ante el fácilmente previsible crecimiento acelerado de edificios y vehículos.
Quien sufre a diario los trancones mientras pierde su tiempo en la fila india continua en que se volvió El Poblado, con razón estará aspirando a que llegue pronto el fin de semana para salir de la ciudad y escapar a sitios menos congestionados.
Pero ¿qué puede hacer, si ya es una tortura entrar o salir de Medellín el fin de semana? Trate usted de salir un viernes en la tarde hacia el sur o intente entrar un domingo desde el norte. En solo salir o entrar se le puede ir más de la mitad de su viaje, además del 90 % de sus reservas de paciencia y buena onda.
La mala noticia es que por ahora no se van a mejorar la mayoría de entradas o salidas de Medellín. ¿Qué más se puede hacer en la autopista Sur o en la variante de Caldas, que aún con doble calzada colapsan continuamente? ¿O en la vía Las Palmas? ¿Y qué tal la salida hacia Guarne?
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Alguna esperanza de mejora podría haber con el segundo túnel de Occidente y, dentro de unos años, con el segundo de Oriente. Pero, aun así, llegar hacia las bocas de estos túneles cada vez será más largo y complejo.
Entonces, ya aplicadas todas las soluciones disponibles, ¿qué nos espera en los próximos años? Para empezar, aprenderemos a ser más pacientes con los trancones. Nuestra tolerancia forzosamente subirá; ya sabremos que un viaje que antes duraba 15 minutos no será de menos de 30. Y luego subirá a 45.
Es posible también que, ya acostumbrados por la pandemia, seamos mucho más selectivos al decidir si nos desplazamos o no a la oficina, al mercado o a visitar amigos. O a salir de paseo o de finca cualquier fin de semana. Es posible también que cambiemos de horario: empezaremos a ver con buenos ojos salir de la ciudad a las 5 a. m., en lugar de las 5 p. m.
Sería maravilloso incluir en esta lista de cambio cultural el uso frecuente del transporte público: que mucha gente se baje del carro… y que tener uno propio deje de ser aspiracional.
Somos realistas: muy, muy poco probable en los próximos años.
¡Feliz trancón!