¡Un Wonderbra, por amor de Dios!

En Colombia, todo anda de caída: montañas, campeonatos de fútbol, funcionarios…
¿Qué se necesita para levantar el ánimo?

A Colombia le está pasando lo que a ciertas señoras entradas en años y en carnes: todo se le está cayendo. Empezando por aquella parte frontal de la anatomía que la cultura mafiosa ha impuesto inflar en el quirófano, hasta convertirla en un desafío constante a la Ley de la Gravedad. (Y a la del buen gusto). Sin que haya freno capaz de atajarla en su rodada.

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A no ser un Wonderbra…
(El Wonderbra -brasier maravilloso- es un sujetador con aro, que se hizo famoso en el mundo, en la década de 1990. El nombre fue registrado en Estados Unidos en 1955, pero la marca fue desarrollada en Canadá por Lady Corset Company, desde 1939. Detalles en internet).

Lo necesitamos con urgencia. Y con aro de acero. Para intentarle reacomodar las cosas a esta matrona. Aunque lo va a tener difícil, los estragos no pesan sólo en su perfil superior; también en su corazón, su espíritu, su mente y, ¡ténganse fino!, en su sistema digestivo.

Según revela el divulgador científico, Edmund Yong, en el libro Yo contengo multitudes: “Hay más bacterias en nuestro intestino que estrellas en nuestra galaxia”.
Si lo habremos comprobado los colombianos, Mr. Ed.

Es que con el desperdicio diario en el hablar y obrar de astros del famoseo, de la política y de la muchedumbre nacional, que creen encarnar la figura independiente del inconforme, cuando en realidad están siendo arrastrados por el fenómeno de la globalización que atacan, y con el oportunismo de los candidatos que posan de díscolos para pescar en río revuelto y conseguir votos, nos basta y nos sobra.

En los tiempos que corren, en los que no hay minería más productiva que la de datos, los likes en las redes sociales se convierten en filones que a punta de cincel esculpen los productos, léase candidatos, del momento. Ejemplos tenemos, no hay que ser muy perspicaces para identificarlos.

Doña Colombia está indigesta, sin duda, pero lo más patético de su estado general de salud es la flacidez. Lo que no se le cae porque sí, se lo ayudan a caer. (Y ni para el reguero de bacterias intestinales que queda después de cada batacazo, aquí el cólico está servido).

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Un repaso a vuelo de pájaro: se caen puentes; se caen montañas y taponan túneles que amenazan con desbordar represas faraónicas; se caen edificios habitados y construcciones; se caen barrancas, taludes y tramos de carreteras; se caen campeonatos de fútbol; se tumban reformas que, en su caída, arrastran altos funcionarios; se caen cancilleres, a la oficina de una que no decía ni mú, cayó una que habla hasta por los codos; se cae –literalmente se fue al piso- la vicepresidenta, en un acto oficial; cae la calificación de riesgo; caen el empleo, la salud mental, la calidad de vida… El rebrujo es total, citica ella. (De milagro no nos cayó encima el último cohete chino. El Long March que, siguiendo el ejemplo de su antecesor, el Covid19, aterrizó hace unos días, fuera de control).

ETCÉTERA: Yo es que, a día de hoy, no veo en el abanico de aspirantes presidenciales a nadie con cara de Wonderbra. (En sentido figurado, claro está). Busquemos entre todos y, a lo mejor, encontramos el tesoro. ¡Por el amor de Dios!

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