El ciudadano se queja de la estridencia que lo rodea, mientras que -al menos en Envigado- se hacen esfuerzos por establecer controles puntuales, y los consultorios de los fonoaudiólogos no dan abasto.
Tan, tan, tan, tan … Fueron quince minutos de aquel ruido seco -chocar de cacerolas-, desde un balcón, en medio del barullo social que se armó en las ciudades en abril de 2021. Alexander* -de 29 años- disfrutaba de audición normal, pero lo que siguió al tan, tan, tan repetitivo fue la sensación de tener un pito en el oído. Sufrió un trauma acústico: perdió la audición en su oído izquierdo; “es muy difícil que la vuelva a recuperar”, nos confía la fonoaudióloga Clara Mónica García Restrepo.
La profesional dice que en la actualidad se presentan altos niveles de pérdida auditiva en jóvenes por el uso indiscriminado de audífonos, y por el volumen que manejan. Cuando hay una exposición de más de quince minutos, muy intensa, “empieza a suceder ese bajoncito”, es decir, sufren las células de los oídos.
Pero es variopinta la fuente del ruido que azota al habitante de nuestras ciudades. Dícese del tráfico automotor, de las motocicletas sin control de emisión de ruidos, de las alarmas de los autos, de los equipos mecánicos de barrido en las calles, de la estridencia de vendedores ambulantes con perifoneo incluido, de la competencia en decibeles de establecimientos comerciales. Y aquí precisamos el alcance de este informe: afectación por ruido ambiental, también objeto de estudio y control de la secretaría del Medio Ambiente en Envigado, dirección de Gestión Ambiental.
Sus voceros, los ingenieros ambientales Andrés Felipe Mejía y Daniela Palacio, explican que un reciente estudio del Área Metropolitana del Valle de Aburrá arrojó que el 8.4 % de los habitantes de Envigado está expuesto a altos niveles de ruido, porque vive o transita por lugares que exceden el límite permisible. Se trata de personas sometidas a sonidos que exceden los 76 dB (símbolo del decibelio, unidad de intensidad acústica). Un 63.5 % excede los 55 dB. La Organización Mundial de la Salud recomienda que una ciudad no debe superar los 65 dB. Según las normas vigentes, en zonas residenciales el límite de decibeles son 65 en horario diurno y 55 en horario nocturno.
Agregan que dicho estudio determinó que Envigado es el municipio que registra el más bajo índice de población expuesta al ruido, en el Valle de Aburrá. Los cinco profesionales de Gestión Ambiental adelantan operativos quincenales de ruido nocturno en establecimientos comerciales, con el apoyo de agentes de la policía, para hacer mediciones de ruido y cierres, en caso de que se compruebe que superan la norma. Actúan bajo la coordinación de un inspector de policía. “Nosotros tenemos un listado de actividades económicas que generan problemática y que la comunidad señala como causantes de afectación por ruido”, explica Andrés Felipe. Esta “silenciosa visita” se cumple entre las 9:00 p.m. y las 3:00 a.m. Luego hacen seguimiento para establecer si se cumplen las disposiciones de la autoridad. Estos controles pueden ser de orden ambiental o de convivencia ciudadana.
Un zumbido que enferma
Francisco* tiene cuarenta años, pero su pérdida auditiva corresponde a la de un anciano. Trabaja en la construcción, no protege su sistema auditivo, y es adicto al uso de audífonos para escuchar música. La doctora García Restrepo explica que esa conducta produce un progresivo daño en las células auditivas.
El ruido puede causar pérdida de la audición, tinnitus (zumbido de oídos), irritabilidad, agresividad, estrés. En lo fisiológico, aumento de la frecuencia cardiaca, de la presión arterial y la frecuencia respiratoria; dolor de cabeza, alteraciones del sueño y del descanso, lo que conduce a la falta de atención y aprendizaje; somnolencia diurna y cansancio, según la doctora Clara Mónica.
Agrega que, “Como audiólogos, encontramos en los exámenes de audiometría mucha gente mayor con pérdida en las frecuencias agudas por la exposición al ruido, porque este registro está más cerquita de la parte externa del oído”. Y señala, entre las consecuencias, que no oyen ciertos instrumentos, o la persona no entiende muy bien las palabras. “Por ejemplo, digo casa y entiende taza, u otra cosa. Porque esas frecuencias agudas son las que nos dan la inteligibilidad, que es esa discriminación fina del habla. Las frecuencias graves nos ayudan a detectar que algo sonó, pero las agudas nos permiten discriminar mejor qué fue lo que sonó”, explica la profesional.
También advierte que la pérdida auditiva no siempre se debe a un episodio aislado de ruido estridente. Es una de las causales, que se suma a otras como el ruido en el ambiente, el uso de algunos medicamentos, un trauma, una explosión, o el tan tan tan ininterrumpido y violento que afectó a Alexander…
La medida del ruido
La ambientalista Daniela Palacio explica que la Secretaría del Medio Ambiente desarrolla actividades educativas, con la pretensión de ir controlando pequeños sectores, y generar procesos de descontaminación ambiental por ruido. Además, se busca sensibilizar a administradores de establecimientos comerciales, y orientarlos acerca de cómo mitigarlo.
Como municipio, Envigado es el único acreditado en Colombia por el Ideam para hacer medición del ruido. “Tenemos equipos, profesionales, infraestructura y la capacidad y conocimiento técnico para poder realizar estas mediciones”, afirma a su turno Andrés Felipe. Añade que la ciudad es pionera en la adopción de un protocolo de actuación, que permite abordar las quejas ciudadanas de manera coherente y con trazabilidad. La oficina planea intensificar el control y la vigilancia, vía educación, e incrementar la red de sonómetros.
Los ingenieros caracterizan al grupo de trabajo como de alto conocimiento técnico, difícil de conformar en cualquier municipio. “Somos referencia para ellos; además, nos visitan de ciudades como Bucaramanga, Popayán, y casi todos los municipios del área metropolitana; hasta en Guatemala han mostrado interés en esta gestión”.
Lo grave es que el ruido, como contaminante, es fácil de producir, no deja residuos, no tiene un efecto acumulativo en el medio, pero sí en el ser humano. Solo lo percibe el sentido del oído, lo cual hace subestimar su efecto. Se trata de una contaminación localizada, cuyos efectos no aparecen hasta pasado un tiempo largo. A diferencia de otros contaminantes, es frecuente considerar el ruido como un mal inevitable y como el resultado del desarrollo y del progreso.
La fonoaudióloga García Restrepo asegura que en las EPS se puede apreciar un incremento en las consultas, sobre todo por el tinnitus, que alerta sobre la pérdida auditiva. Crece el número de personas que escuchan, pero no entienden bien, debido al descenso de las frecuencias agudas. “El incremento de la consulta es grande, yo creo que un 60 % o un 70 % en los últimos diez años. Porque hay personas que trabajaron en fábricas y carecían de elementos de protección… y se están jubilando y empiezan a notar ese deterioro auditivo”.
Cabe recordar aquí apartes del editorial de Vivir en El Poblado del 17 de febrero: “La OMS viene invitando desde hace varios años a combatir la contaminación acústica con la misma fuerza que abogamos por frenar la contaminación ambiental. Se trata de ponernos todos en la tarea de bajar el ruido, es decir, los sonidos artificiales no deseados, repentinos, estridentes y, a menudo, dolorosos”.
Entonces, para prevenirnos ante el ruido que nos aturde, no hay que estar ni muy muy tan-tan-tan.
EJEMPLO DE RUIDO DECIBELES(dB)
Umbral de audición 0
Muy silencioso 10
Susurro 20
Ruido muy suave 30
Interior de un cuarto 40
Conversación en voz muy baja 50
Aire acondicionado 60
Oficina – Tienda 70
Lavadora – Calle con tráfico intenso 80
Esmeril 90
Martillo neumático – Industria textil 100
Remachadora – Concierto de rock 110
Fuegos artificiales 120
Avión despegando 130