Dividimos la tierra con líneas invisibles, pero el cielo, la tierra, los mares y las montañas hacen parte de un complejo sistema planetario que no conoce de caprichos fronterizos.
Independiente de las afiliaciones políticas, el regreso de los Estados Unidos al Acuerdo de París sobre la lucha contra el cambio climático es una buena noticia para todo el planeta y quienes lo habitamos.
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Contrario a lo que algunos creen, este acuerdo no busca beneficiar a los habitantes de París, así como el Protocolo de Montreal (para proteger la capa de ozono) no sólo buscaba beneficiar a los habitantes de Montreal y el Acuerdo de Escazú (para la protección del medio ambiente) no se pensó sólo para los habitantes de la región de Escazú, en Costa Rica.
Este pálido punto azul –como lo llamó alguna vez Carl Sagan– es el único planeta del que se sabe con certeza que aloja vida. Y no es vida francesa, colombiana o papú neoguineana. Es vida, punto. Por practicidad, por facilidad, por estupidez, por ambición… o por una mezcla, dividimos la tierra –y los océanos– con líneas invisibles. Por más poder adquisitivo que tengan los afortunados de vivir dentro de unas líneas imaginarias particulares, por más tecnología que hayan desarrollado los de otras, por más poderoso que crean que es el dios al que le rezan los de aquí o los de allá, lo cierto es que el cielo, la tierra, los volcanes, los mares, las montañas y las selvas hacen parte de un complejo sistema planetario que nos permite seguir habitando la Tierra. Y no conocen de caprichos fronterizos.
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La ciencia climática está muy avanzada. Sabemos, con poca incertidumbre, que hemos perturbado el balance que ha resultado en condiciones ideales para que nuestras sociedades florecieran. Hoy, ningún científico serio se atreve a negarlo. Sí, la naturaleza también tiene el poder de cambiar estas condiciones por su cuenta, pero eso es algo sobre lo cual poco podemos hacer. Debemos concentrarnos en lo que sí podemos.
Somos ya 7.000 millones de simios avanzados, afortunados descendientes de un grupo de homínidos que casi se extinguen en África occidental hace millones de años. Sandra Faber, otra astrofísica estadounidense, alguna vez dijo: “En verdad quiero que la gente entienda las fundaciones que se han puesto – un experimento cósmico ha estado ocurriendo por catorce mil millones de años, y ha llegado a un punto interesante. Qué increíblemente trágico sería si nosotros, tontamente, desconectáramos nuestro propio cable de la pared”. No puedo estar más de acuerdo.
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