El Poder de los Recordatorios: la Ciencia de Recordar para Cambiar

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Olvidamos casi la mitad de la nueva información al cabo de 20 minutos, a las 24 horas se ha borrado cerca del 70 % esa información y pasado un mes la pérdida alcanza el 80 %.

Hoy en día tenemos el reto de recordar. Y es que con tantos estímulos que tenemos, solo por mencionar uno como son las redes sociales, es fácil entender por qué olvidamos las cosas: nuestras vidas están llenas de compromisos, distracciones y una lista interminable de pendientes. Y no sólo olvidamos cumpleaños, citas médicas o números de teléfono, también sucede que olvidamos ciertos compromisos asociados con los cambios de hábitos. Ya sea que se tenga el plan de comer más saludable, hacer ejercicio regularmente o simplemente tomar más agua, los recordatorios pueden ser una herramienta muy útil para el cambio.

Los recordatorios pueden combatir lo que los psicólogos llaman la “curva del olvido” y pueden ser una gran ayuda en el cambio de hábitos y comportamientos cotidianos. Desde los checklists, las alarmas y ciertas señales visuales pueden ser claves para transformar buenos deseos en hábitos sostenibles.

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La curva del olvido, propuesta por el psicólogo Hermann Ebbinghaus, explica cómo nuestra memoria decae con el tiempo si no reforzamos lo aprendido. Al igual que olvidar una contraseña que se usa poco, también existe la posibilidad de olvidar compromisos si no se tienen presentes en el momento oportuno y en el lugar indicado.

Un recordatorio no solo sirve para traer algo a la memoria; también puede reforzar el compromiso con las metas. Por ejemplo, un recordatorio para movernos más puede parecer trivial, pero cuando se presenta en el contexto y el momento correcto (como una alarma durante la jornada laboral cuando probablemente llevamos horas frente a un computador), puede cambiar el comportamiento.

Un buen recordatorio debe ser oportuno (en el momento indicado), claro (sencillo y de rápido entendimiento) y contextual (adecuado en el lugar donde debe suceder el comportamiento).

Algunos ejemplos son:

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  1. Alarmas y Notificaciones: Estas son herramientas clásicas pero poderosas. Una alarma que suene cada mañana a la misma hora para salir a caminar establece un patrón constante que el cerebro comienza a reconocer.
  2. Señales Visuales: Post-its, imanes en la nevera o notas en el escritorio pueden ser detonantes para recordar las metas. Por ejemplo, dejar los tenis deportivos junto a la puerta puede recordar la actividad física.
  3. Aplicaciones y Tecnología: Hoy en día, muchas apps están diseñadas para recordar hábitos o metas. Estas herramientas también pueden ayudar a registrar el progreso, lo que refuerza la motivación.

Por otro lado, una de las estrategias para evitar el olvido es lo que se conoce como “intenciones de implementación”. Esta técnica consiste en vincular una acción con una señal o un momento específico. En lugar de decir simplemente “Quiero leer más libros”, una intención de implementación podría ser: “Leeré 20 minutos después de cenar todos los días”. Esta declaración tiene tres elementos importantes:

  1. Específico: No es una meta vaga, sino clara y definida.
  2. Vinculado a una señal: La cena, en este caso, actúa como una señal que inicia la acción.
  3. Realista: La acción es alcanzable y no demasiado ambiciosa.

Este enfoque funciona porque reduce la carga cognitiva y no exige recordar activamente la meta, ya que está anclada a una rutina existente (cenamos todos los días).

Por último y no menos efectivo, están los checklists o las listas de tareas. Son herramientas que ayudan a estructurar acciones. En el sector de la salud, por ejemplo, los checklists han demostrado salvar vidas al garantizar que se sigan protocolos críticos. En la vida cotidiana, pueden ser igual de útiles, como por ejemplo revisar un checklist al final del día para revisar en retrospectiva el progreso y saber qué tanto se está adhiriendo el nuevo hábito.

Un paso a paso sencillo para incorporar los recordatorios en el día a día cuando se quiere incorporar un nuevo hábito o inclusive abandonar alguno, es el siguiente:

  1. Definir una meta: Hacerla específica y medible. Es preferible una sóla acción  para evitar la sobrecarga cognitiva.
  2. Crear recordatorios: Usar alarmas, notas o apps.
  3. Vincular la meta a una rutina: Identificar un momento del día donde se pueda anclar la acción deseada.
  4. Usar un checklist: Registrar los logros diarios y celebrar el progreso.

El cambio es posible cuando aceptamos que la mente olvida y la motivación fluctúa y cuando entendemos los mecanismos que impulsan el comportamiento.

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