Que el 22 de abril nos sirva para recordar que la Madre Tierra está enferma, y su futuro no pinta bien.
El origen del Día de la Tierra se remonta a 1970 pero, desde 2009, se celebra bajo el nombre oficial de “Día de la Madre Tierra”. Designar un día para celebrar a la madre mayúscula es una bella iniciativa para recordar que todos los días (y no solo el 22 de abril) podemos hacer algo para cuidar la Tierra, la mamá generosa que nos da la vida y todo lo que necesitamos para mantenerla y disfrutarla (de las interacciones que ocurren en la naturaleza surgen los alimentos, el agua, las materias primas, el aire y un largo, larguísimo etcétera de todo lo que necesitamos para sobrevivir y llevar una vida plena).
Pero resulta que la Madre Tierra está enferma, y su futuro, si no transformamos profundamente el trato que le damos, no pinta bien. En momentos de enfermedad nos basamos en indicadores para evaluar nuestro estado: medimos temperatura, saturación de oxígeno, pulso, presión arterial, etc., y nos hacemos exámenes para conocer con más detalle el origen de nuestras dolencias. Pues bien, de manera similar hoy sabemos que el planeta muestra temperaturas elevadas (sufre de crisis climática), tiene las defensas muy bajitas (la biodiversidad que la mantiene sana está colapsando), y exhibe un grave desbalance de nutrientes (como es el caso el fósforo y el nitrógeno), entre otros síntomas preocupantes. ¿Permitiremos que empeore? ¿Seguiremos de espaldas a la Madre Tierra?
Hace poco tuve el placer de dictar, junto con mi colega Cristina Romero, una conferencia sobre acciones cotidianas para cuidar el planeta. Si buscan Ciclo de webinars EAFIT en su navegador favorito, darán próximamente con ella y verán que hablamos sobre el consumo, la alimentación, el aprovechamiento de residuos, la movilidad, la conexión con la naturaleza, y la participación y la colaboración.
Todos estos puntos son esenciales, pero quiero hacer énfasis en el último, porque a veces olvidamos que las acciones colectivas son poderosas y que una forma de participación fundamental es asumir nuestro rol político: debemos i) incluir criterios ambientales a la hora de entregar nuestro voto y ii) hacerle seguimiento a quienes están en poder. Aquí y hoy, por ejemplo, es necesario preguntarle a la administración municipal cómo piensa lograr la materialización de la Ecociudad, si es una estrategia desfinanciada, y por qué pone en riesgo entidades ambientales tan importantes como el Jardín Botánico. También hay que cuestionar al gobierno nacional por su irresponsabilidad frente al fracking, el glifosato o el Acuerdo de Escazú. Estas, en últimas, son preguntas por la salud de nuestra madre enferma.