Este miércoles, 16 de marzo, el Museo de Arte Moderno de Medellín inaugura tres exposiciones: “Nuevas cronologías del sonido” (varios artistas), “El espejo” (Rodrigo Hernández) y “Si este fuera un principio de infinito” (María Teresa Hincapié). Llegan con mensajes sobre la calma, la pandemia, lo sagrado y el poder de lo visual
De día. O de noche. A oscuras. O con luz. No importa en qué momento vaya ni cómo sea, con estas exposiciones, el asistente al Museo de Arte Moderno de Medellín hará, al menos, cuatro viajes: al pasado, presente y futuro. Y también, probablemente, uno hacia dentro de sí mismo. Para esto no se necesita una edad o una opinión definida; con ser humano y mirar con atención será suficiente; simple. Como ocurre cada tanto y durante el año, el Museo de Arte Moderno de Medellín cambia su interior para compartir obras variadas con la gente. En esta oportunidad, tres exposiciones son las invitadas, aquí les contamos un poco brevemente sobre ellas; breve porque como sabemos con el arte, la interpretación y los otros mensajes dados corresponden al visitante – viajero – espectador; es parte de su tarea intransferible.
“Nuevas cronologías del sonido”
La sala está oscura y a medida que los minutos pasan, se escuchan sonidos variados: algunos se desvanecieron con la pandemia; otros se grabaron a través de una ventana durante aquellos días inciertos del encierro. El crujir de un muelle sin barco y su contacto con las piedras, en la isla finlandesa de Hailuto, arengas de manifestación o el canto de un pájaro se unen en esta exposición que invita a escuchar, a ver con los ojos cerrados, a sentir lo que pasa, más allá de las prisas o creencias personales. “Nuevas cronologías del sonido” es posible gracias a Hugo Branco, Diana Combo, Gustavo Costa, Budhaditya Chattopadhyay, Lawrence English, Antye Greie – Ripatti, Matthew Herbet, Miguel Isaza, Kyoka BJ Nielsen, Laura Romero y Natalia Valencia.
Lea también: Ábrase al mundo de las galerías
El trabajo de estos artistas contó con la curaduría de Hugo Branco y Jorge Bejarano. Arte, ecología sonora y composición electrónica se combinan para que el espectador tenga una experiencia particular inspirada por la forma en que los artistas viven estos tiempos de enfermedad, cambio, salud, encierro o libertad. ¿Cómo suena una noche en Oporto? ¿Qué cuenta el campo de Shizumi, Japón? serán experiencias que vivirán los asistentes. Además de lo anterior, esta exhibición explora la relación del cuerpo con el entorno: el artista británico Matthew Herbert creó una pieza sonora a partir de la grabación de su sangre mientras cae en una taza de metal y “desmultiplicada en 10 mil fragmentos audibles”.
“Si este fuera un principio de infinito”
Una mujer, una artista con claridad inusual sobre lo importante: la relación con la naturaleza, el amor, lo sagrado, las relaciones cercanas, el cuerpo y sus movimientos, la atención y el tiempo; esa fue María Teresa Hincapié, una de las artistas colombianas que tiene una participación destacada en la historia del arte colombiano. Esta exposición incapaz de dejar indiferente al visitante se divide en varios momentos: “Preámbulo”, “Si este fuera un principio de infinito”, “Soy una mujer que ya no es mujer”, “Hacia lo sagrado”, “Aldea – Escuela”, “Pies que lamen”, “Esta tierra es mía”.
De acuerdo con un texto elaborado por el Museo de Arte Moderno y sus curadores, María
Teresa Hincapié entró en el mundo del teatro en 1978 de forma accidental para convertirse en una actriz del grupo Acto Latino fundado en 1967 por Juan Monsalve, director y actor que puso en práctica el Teatro Antropológico de Eugenio Barba que centra el manejo del cuerpo en los principios de la danza y el teatro de culturas diversas, especialmente orientales. El grupo hizo teatro callejero y siguió de cerca los preceptos del Teatro Pobre, teorizado por Jerzy Grotowski, sobre todo en la vertiente espiritual que este le otorgaba al actor. María Teresa encontró en las tablas un lugar para conectarse con lo más esencial de su vida, la cotidianidad: “Soy una actriz de teatro porque con él volví a la vida. Aprendí a caminar, a sentarme, a vestirme, a hablar, a cantar, a danzar, a atravesar con la mirada todas las cosas. A despertar lo invisible”.
A través de su obra, esta artista convierte las acciones cotidianas en rituales, los movimientos dejan de ser automáticos. El entorno deja de ser algo externo e inconexo. En cada una de sus partes de esta exposición puede haber videos, fotografías, textos escritos a máquina de computador, carteles de exposiciones pasadas y olor a incienso.
En las paredes también hay textos escritos a mano por la calígrafa Natalia Calao. Hay creaciones de ella que sorprenden porque se convierten en un compendio de sabiduría elemental, resultado de su búsqueda espiritual y la conexión firme de ella misma con ese mundo personal suyo llamado intuición o corazón. En una esquina de pared se lee, por ejemplo, un texto que lleva a pensar distinto, a considerar escenarios nuevos, tal vez otros hábitos y que se titula “Pasos a seguir” ( para que haya goce). Ese texto hizo parte de una de sus exposiciones; una en la que ella estuvo presente.
- Sea consciente que no está entrando a un supermercado o centro comercial. Allá adentro no hay nada que se pueda comprar o vender, ni cosas bonitas ni feas.
- Mire bien por donde camina. Dedíquese a observar (contemple).
- No hable ni encuentre a alguien conocido, no lo salude.
- Atraviese la puerta y baje.
- Allá abajo haga lo que quiera.
- No le habla a la artista, ella estará en acción.
- Sea feliz.
Aunque María Teresa ya no esté en este mundo, los curadores Claudia Segura (Museu d’Art Contemporani de Barcelona) y Emiliano Valdés, curador del Museo de Arte Moderno de Medellín hicieron un trabajo consciente en el que tuvieron en cuenta cada detalle y lograron que la artista estuviera presente con su cuerpo y corazón aunque físicamente no esté, y que converse con otros artistas. También con el espectador para contarle por qué la vida es una obra de arte en sí misma.
“El espejo”, con la presencia de Rodrigo Hernández, su artista
Tres mil círculos negros hechos a mano con pintura negra de Pintuco, esculturas realizadas en el sitio y la presencia de pintura blanca envuelven al visitante y le dan la sensación que ha entrado a otro espacio, uno donde la realidad avanza con la geometría y con el poder que la imagen tiene en este tiempo. El artista mexicano Rodrigo Hernández ha creado, en Medellín, una exposición donde conversan y se unen las ideas de Verner Panton (arquitecto y diseñador danés) y Antonio Grass (artista colombiano nacido en el departamento de Santander).
Según el Museo de Arte Moderno, esta exposición “funciona como la ilusión de un espejo, fruto de la colaboración entre dos instituciones, con un primer vislumbre en el Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) en marzo de 2022 y una segunda manifestación en el Museo Jumex, de la Ciudad de México, en julio del mismo año”.
Y agregan: “el espejo presenta una situación espacial compleja en la que un nuevo grupo de esculturas producidas en Medellín, específicamente para esta ocasión, interactúan dentro de un espacio cubierto por una pintura mural envolvente. La circunferencia se repite y engulle todo el espacio, también el de las propias esculturas que podrían considerarse pinturas de marcados relieves. Un distintivo común en toda la obra de Hernández es la manera en que desvanece los límites entre disciplinas artísticas como la escultura y la pintura, entre los planos bidimensionales y tridimensionales y entre universos de imágenes en apariencia sin relación”.
Además de la posibilidad de sentirse en otro lugar y ver el poder de los elementos, esta exposición confirma algo al espectador: más allá de su número de años en el mundo, la personalidad o creencias, hay sensaciones y preguntas inevitables que se logran, con más potencia, a través del arte, y que permiten también, de alguna forma, predecir el futuro.