El año pasado en los bajos del puente Horacio Toro, en las inmediaciones de la Plaza Minorista, había una enorme concentración de habitantes de calle, cerca de 500, y en las noches se llegaban a reunir hasta 1.500 personas, ya que allí se había desarrollado la más grande plaza de vicio de la ciudad. Se negociaban drogas, también servía para la prostitución, la compra y el arriendo de armas de fuego y la negociación de bienes hurtados.
Fue mucho lo que insistimos en su momento para que la Administración Municipal de la época tomara cartas en el asunto y nunca se podía, hasta que en vísperas del congreso de la Organización Mundial del Turismo la Alcaldía no tuvo otra alternativa que hacer un operativo para intervenir la aglomeración.
Una vez que se evacuan las personas de los bajos del puente Horacio Toro, estas se desplazaron a la avenida de Greiff y allí permanecieron también por un largo tiempo, hasta que la actual Administración Municipal decide intervenir; al enterarse del operativo, por información que se filtró de las acciones que allí se iban a desplegar, los habitantes de calle se vuelven a concentrar en una zona verde cercana a la Plaza Minorista. Un tema de nunca acabar si no se toman decisiones eficaces.
Los habitantes de calle, que en Medellín se calculan en cerca de 4.000, pero que pueden ser el doble, ya que el censo que se realizó fue hace un buen tiempo, han venido convirtiéndose en un problema para la ciudad. Se ha intentado todo tipo de soluciones, desde trabajar con la Pastoral Social de la Iglesia, pasando por la celebración de conferencias internacionales para conocer experiencias de otros países, hasta comprar fincas para reubicarlos. Pero el problema sigue igual, con el agravante que los recursos asignados en el Plan de Desarrollo son inferiores a lo que inicialmente se presupuestaba. En conclusión, el panorama no es el mejor.
Para atender esta situación compleja en Medellín es indispensable entender que el principal problema de los habitantes de calle es el alto consumo de droga. Tanto así que se calcula que ellos pueden conseguir a través del reciclaje, la mendicidad y la comisión de delitos menores unos 40.000 pesos al día, de los cuales destinan 30.000 pesos para el consumo de estupefacientes. Quiere decir que al mes solamente los habitantes de calle de la ciudad comprarían droga por alrededor de 4.000 millones de pesos, de ahí la oposición de sectores delincuenciales del Centro con las acciones para enfrentar el consumo de droga entre este sector de la población de la ciudad.
Conversando con el concejal de la ciudad Ramón Acevedo, siquiatra y exdirector de Carisma, me contaba que cerca del 95% de los habitantes de calle de la ciudad son adictos al consumo de estupefacientes y que para ello es necesario implementar una política oficial que permita ayudarles en su recuperación, internándolos en centros especializados para la atención a las adicciones. El problema es que el 70% recae en el consumo al primer año de concluir el tratamiento de desintoxicación.
En Medellín se dan las condiciones para que este fenómeno se mantenga en el tiempo; un buen clima, buena atención a este grupo poblacional por parte de la Administración Municipal a través de los Centro Día, donde reciben alimentación, atención en salud etcétera, hay disposición del ciudadano en ayudarle con la limosna, hay disponibilidad de productos para reciclar por la falta de cultura ciudadana, hay programas ciudadanos que atienden a los habitantes de calle con alimentos en las noches.
Por ello es indispensable una decisión política construida por todos para evitar que este fenómeno, el del habitante de calle, se convierta en un problema para la ciudad. Recordemos la preocupación de la ciudadanía el año pasado cuando hubo agresiones contra algunas mujeres por parte de estas personas.
[email protected]