/ Juan Carlos Vélez Uribe
En días recientes tuve la oportunidad de visitar en compañía del expresidente Álvaro Uribe Vélez la isla de San Andrés. Allí pudimos conocer de primera mano los efectos que ha producido el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en la vida del archipiélago y de sus pobladores. La verdad es que se queda uno asombrado del tremendo error que cometió la Corte de La Haya al despojarnos de no sé cuantos kilómetros cuadrados de mar, pero creo que la cifra es cercana a los cien mil.
Qué tristeza, la verdad hay que decirlo, que este tribunal no hubiese conocido en detalle lo que significa su decisión para la vida de un grupo amplio de habitantes de las islas, que dependen exclusivamente de los recursos naturales que reposan en esas áreas de mar de las que fuimos despojados. Me refiero principalmente a 600 pescadores artesanales de Providencia y a más de 3.000 trabajadores de las empresas pesqueras que tienen su asiento en San Andrés, que explotan la langosta y el caracol pala de los cayos y bajos circundantes a estos.
Es en estos sitios, los que quedaron en manos de Nicaragua, donde hoy se encuentran los principales bancos de pesca y los bajos donde se concentra el 70 por ciento de la langosta que se produce en la zona, la cual le representa al país varios millones de dólares en divisas, producto de su exportación. Es increíble que la Corte de La Haya no haya tenido en cuenta que las redes que se utilizan para la pesca en esas áreas tienen una extensión de 24 kilómetros y que el mar territorial de los cayos solo tenga 18 kilómetros contados a partir de sus costas. Tampoco que el caracol y la langosta que se reproducen en los cayos, se capturen en los bajos que se encuentran en las aguas asignadas a los nicaragüenses.
Igualmente, es lamentable que la CIJ de La Haya no tuviera en cuenta la existencia de la reserva de la biosfera declarada por la Unesco y que es conocida como Sunflower. Esta importante zona de protección en el mar Caribe incluye la barrera de coral que comienza en la isla de Providencia y se extiende por 32 kilómetros, la cual es considerada la tercera más extensa del mundo luego de la de Australia y la de Belice. Qué torpeza cometió la CIJ al dejar por fuera del control de las autoridades colombianas más de la mitad de esa barrera de coral. ¿Cómo irá a ser la depredación que va a ocurrir en esa parte que quedó en Nicaragua?
No tuvieron en cuenta tampoco que al asignarle zonas al país centroamericano donde se presume la existencia de yacimientos de hidrocarburos, como la denominada “Media Luna”, paralelo 15 con meridiano 82, cualquier accidente que se presente en la explotación de estos recursos generará seguramente un desastre ecológico en los ecosistemas de nuestros cayos e islas, y la coordinación entre los dos países para enfrentarlo será muy compleja dada la figura propuesta por la Corte sobre cayos “incrustados” en el mar de otro país.
Estas razones que traigo hoy a colación se suman a las tantas que hemos venido arguyendo un número importante de colombianos que sostenemos que este fallo injusto de la CIJ de La Haya no debemos acatarlo. Fue una decisión que no se ajustó a derecho y por lo tanto es un deber patriótico no aceptar ese despojo orquestado por el tribunal de La Haya.
[email protected]