/ Carolina Zuleta
En la película Avatar, los Na’vi (humanoides azules) tienen en su cola un enlace neural que les permite conectarse a otros seres vivos. Utilizan este enlace para unirse con sus dragones, las plantas y con su pareja. Al hacerlo, los dos seres se convierten en uno, los dos sienten lo mismo y pueden comunicarse sin hablar. Recuerdo que cuando vi esta película por primera vez, quedé fascinada con la idea de poder conectarnos con otros seres y la naturaleza de una manera tan profunda. La buena noticia es que no estamos tan lejos de los Na’vi; la ciencia ha comprobado que el contacto físico tiene un impacto profundo en nosotros.
En un experimento, 16 mujeres fueron sometidas a una resonancia magnética. Mientras estaban dentro de la máquina, les explicaron que iban a recibir un pequeño shock eléctrico. En el escáner, los médicos podían ver cómo se comportaba el cerebro al recibir esta amenaza. En la primera ronda, las mujeres estaban solas dentro de la máquina. En la segunda, una enfermera les sostenía la mano. En la tercera, era el esposo de cada una de ellas. Los resultados fueron increíbles. Los médicos observaron que las respuestas neurológicas a la amenaza del shock disminuyeron cuando alguien las estaba tocando. Es decir, según la actividad del cerebro, experimentaron menos miedo cuando la enfermera les dio la mano y el miedo fue casi nulo cuando estuvieron acompañadas por sus esposos. Al parecer, el contacto con otros seres, y en especial con nuestros seres amados, promueve nuestra salud y bienestar.
La doctora Eva Selhub, especialista en manejo del estrés, explica en su libro La Respuesta del Amor (The Love Response), que el afecto –el contacto amoroso entre dos personas– disminuye los niveles de tensión, aumenta los niveles de relajación y promueve un cuerpo saludable. Por ejemplo, la caricia de una mamá calma al bebé, estabiliza su temperatura y su ritmo cardíaco, y ayuda en la conservación de su energía. El contacto físico de una madre con un hijo no solo regula el sistema de estrés del bebé, sino el de ella. Al acariciarlo, genera hormonas que disminuyen su nivel de ansiedad y le producen un bienestar general.
Esto mismo sucede entre adultos. En un estudio de 366 hombres y mujeres se encontró que las personas que reciben afecto físico en el diario vivir, tienen una presión arterial más baja y un ritmo cardíaco más controlado (durante situaciones estresantes) que las personas que no lo reciben.
Como estas investigaciones, hay miles más que demuestran que el contacto humano mejora la salud y el bienestar. Nuestra piel es como los enlaces neurales de los Na’vi, nos permite conectarnos con otros seres humanos de maneras de las que no somos conscientes. Si quieres reducir tu nivel de estrés y mejorar la calidad de tu vida, aumenta la cantidad de caricias y abrazos que das y recibes cada día.
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