/ Juan Carlos Vélez Uribe
Medellín y sus municipios vecinos son hoy de un conglomerado urbano que por su crecimiento demográfico se “tragó” prácticamente al Valle de Aburrá. Lo que hasta hace quizá unos sesenta años era un bello valle surcado por un río, el Medellín, con la presencia de algunas poblaciones y explotaciones agropecuarias como la ganadería, cultivos de pan coger y algo de caña, hoy en día es una urbe de más de cuatro millones de habitantes. Solo se salvaron de ese inusitado y algo desorganizado crecimiento urbanístico en el Valle de Aburrá, los que hoy conocemos como los Cerros Tutelares: Nutibara, El Volador, El Picacho, Pan de Azúcar, La Asomadera, El Salvador y Santo Domingo.
En esta oportunidad quiero referirme al cerro tutelar por excelencia de Medellín: El Volador.
Este cerro se encuentra en todo el centro de la ciudad, con un área de 106 hectáreas y una altura en su cima de 1.628 m.s.n.m. Su ubicación permite una vista panorámica del valle de 360°. Ha sido declarado como Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional debido a los yacimientos arqueológicos que allí se han encontrado. Desde 1982 se le conoce también como Ecoparque Cerro El Volador, y la administración municipal ha realizado en él algunas intervenciones con el ánimo de buscar su integración con Medellín.
A mi modo de ver, el Ecoparque Cerro El Volador requiere una intervención más precisa y concreta para que la ciudad entera pueda disfrutarlo y sentirlo como propio. Por muchos años este cerro fue prácticamente un matorral que en todas las temporadas de verano se incendiaba, algo que lamentablemente se sigue presentando en estos días, a pesar de los ingentes esfuerzos para controlar los incendios forestales.
Hace algunos años el Municipio construyó una carretera que ha servido para que las personas la utilicen para acceder a la cima, ya sea caminando o en bicicleta. Posteriormente, se hicieron los descubrimientos arqueológicos que limitaron la posibilidad de hacer allí construcciones, puesto que cada intervención requiere del visto bueno del Ministerio de Cultura. Más adelante se construyeron algunos sitios para observar la ciudad, elevar cometas y algunos senderos peatonales. Todos aquellos otros proyectos que incluían hasta un inmenso aviario en la cima del cerro, un museo de la historia de Antioquia, entre otros, se archivaron y hoy reposan, a pesar de los costos de los estudios y diseños, en los anaqueles de varias entidades públicas.
Hoy el Cerro El Volador requiere que haya una decisión de ciudad para integrarlo más a Medellín. Lo denominaría yo como el segundo Arví, pues creo que hoy se visita más al parque de Santa Elena que al que queda en todo el centro de la ciudad. Es increíble que a este gran espacio de zona verde, al cual podemos acceder todos los habitantes de la capital antioqueña, aún lo sigamos considerando prácticamente como un espacio público lejano, y no le demos el uso que se le puede dar.
Algunos dicen que este parque tiene un propósito de conservación ecológica y por ello no se puede intervenir. Estoy de acuerdo. El Cerro El Volador debe ser un pulmón de la ciudad y en él se podrían reservar unos espacios para la conservación del bosque nativo del Valle de Aburrá (aclaro que los eucaliptos no hacen parte de dicha vegetación nativa). Pero sí debemos pensar cómo convertirlo en el Central Park o el Parque Simón Bolívar de Medellín, donde cada fin de semana miles de habitantes de la ciudad, sobre todo de los sectores populares que habitan a su alrededor, puedan sentir como propio ese espacio para su sano esparcimiento.
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