La mayoría de personas cree que el camino al éxito es una línea ascendente y recta. Además, las redes sociales y los medios de comunicación así nos lo confirman. Vemos historias de personas que aparentemente salieron de la nada y ahora están vendiendo sus empresas por millones de dólares. Las revistas nos muestran las fotos de antes y después de las personas que han perdido 50 kilos. Y en las redes sociales solo vemos a nuestros amigos y familiares compartir sus logros. Sin embargo, no vemos lo que pasa entre el principio y los resultados. Creo que estas historias incompletas generan falsas expectativas y por lo tanto frenan a muchas personas de seguirlo intentando cuando aparecen las dificultades.
Este año decidí empezar mi propia empresa e ingenuamente pensé que iba a ser fácil. Los primeros meses tuve suerte y muchos logros, pero luego empecé a enfrentarme a obstáculos y fracasos. Dediqué tiempo a estudiar y a aplicar las mejores estrategias, sin embargo, la mayoría de ellas no funcionaron. Pasé horas escribiendo documentos de mercadeo y promoción, para luego descubrir que solo 5 o 6 personas los leyeron. Invertí dinero en empleados, campañas de publicidad y eventos que no trajeron ni un solo resultado positivo. Muchas veces los fracasos me llenaban de miedo, me dejaban paralizada y me hacían dudar en mis capacidades para lograrlo. Al compararme con lo que aparece en los medios sociales, pensaba que era la única a la que le estaba costando tanto alcanzar lo que quería.
Con el interés de aprender y encontrar la manera de hacer que mi sueño fuera una realidad, entrevisté a varias personas que han logrado el éxito en diferentes ámbitos; hablé tanto con empresarios como con grandes deportistas. Al escucharlos contar sus historias entendí que en el camino al éxito siempre hay momentos de duda, de miedo, de frustración y de fracaso. Comprendí que detrás de cada historia de éxito hay también una historia de lucha y valentía. Y que lo único que separa a los que lo logran y los que no, es que los primeros nunca se rindieron; si la vida los tumbó 10 veces, ellos se pararon 11. Creo que, si queremos apoyarnos unos a otros, es hora de compartir tanto nuestros logros como nuestros momentos difíciles. Es hora de mostrar que somos vulnerables, pero que esa vulnerabilidad no nos hace débiles sino más fuertes.
Si en este momento te has lanzado a cumplir una meta o alcanzar un sueño y estás enfrentándote a la adversidad, recuerda que el fracaso no es un desvío, sino un paso más que debes dar para alcanzar lo que deseas. Y que para ser valiente solo se requiere sentir miedo. Si en tu corazón sabes que esa empresa, esa carrera, esa familia es lo que tú deseas, no te rindas: los que lo logran son los que persisten. ¡No te sientas solo y sigue adelante!