El antropólogo Carlos Castaño-Uribe descubrió este lugar único en el planeta hace más de 30 años. Hoy, declarado como patrimonio, hace parte importante de su vida.
Que un lugar defina la historia personal es algo que cuenta Carlos Castaño-Uribe. Iba en una avioneta que se desvió y que por cosas del azar pasó por encima de un sitio desconocido: Chiribiquete, entre Caquetá y Guaviare. Soñó con estudiarlo e investigarlo y solo pudo pisar su suelo dos años y medio después.
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“Era algo que anhelaba con fervor y estar allí, pisar ese suelo milenario, olerlo, escucharlo y sentir esa atmósfera, fue un regocijo”, dice. Y es algo que siente cada vez que llega.
En el Parque Nacional, que también es patrimonio de la humanidad, ha estado en los últimos 30 años unas 30 veces: diez investigando y otras 20 haciendo visitas protocolarias. Y cada vez que va, se maravilla. “Lo que hemos hecho hasta ahora es solo un rasguño, falta mucho por descubrir”.
Y aún así, su trabajo ha permitido saber que, por ejemplo, el ecosistema de Chiribiquete es básico para la biogeografía de Colombia: “influye considerablemente en los Andes, en el Caribe y en el Pacífico”, y lo explica describiendo los paisajes áridos de las montañas y las playas en Suramérica y lo verde de nuestra tierra. En ese sentido, a pesar de la lejanía, este lugar hace parte de nuestra vida diaria.
“También desde la cultura, muchas manifestaciones indígenas mestizas tienen raíces en este territorio”.
Se emociona cuando habla, no en vano se podría decir que le cambió su vida. Una vez supo de su existencia, hizo un compromiso con su conservación. Chiribiquete ha sido su motor durante su vida profesional. “Llevo 33 años estudiando. Tengo un deseo inestimable de conocerlo, de investigarlo, de explorarlo”. Otras facetas de su vida profesional se cruzan con este lugar. “Las expediciones me han abierto aspectos que jamás hubiera imaginado, por ejemplo, el gran deseo de trabajar con la conservación del jaguar, algo que hago a través de la Fundación Herencia Ambiental, en la que trabajo”.
Su tarea hoy, además de investigar, es la de proteger. Y por ello hace un gran trabajo para divulgar su valor patrimonial. Chiribiquete: la maloka cósmica de los hombres jaguar, libro que lanzó apoyado por Sura, es precisamente una de las formas en las que manifiesta ese interés por la zona, algo que dice “requiere mucho esfuerzo”.
Cuando piensa en lo que el hoy Parque Nacional le ha dado, solo tiene palabras de agradecimiento, “de poder coincidir con el lugar”. Y aunque todo lo atesora, dice que siente un gran aprecio por los encuentros que ha tenido con grandes jaguares, “seres que me han abierto una gran puerta de entendimiento”. Dice que ha conocido un mundo especial y que siempre será “motivo de satisfacción profesional, personal y espiritual”. Por eso su mensaje siempre será: Todos somos Chiribiquete.