El color va mutando a una poco agradable mezcla de grises y ocres. Roca molida sobre la que jamás caminarán mamíferos, volarán pájaros o reptarán lagartos y serpientes.
En este tiempo, en el que por todo el mundo se intenta aumentar el área de parques en las ciudades, y en el que tantos países —incluso Colombia— buscan crecer el número y tamaño de sus parques naturales y áreas protegidas, justo ahora, y muy cerca de nosotros, se está pidiendo licencia para construir el antiparque.
Un antiparque aparece cuando se hace el proceso inverso: se toma una zona verde, rebosante de pastos y de vegetación nativa, y durante muchos años (21, en este caso) día tras día se le descargan cientos o miles de toneladas de desechos minerales. El espacio se va volviendo estéril, antiestético y potencialmente tóxico.
El color va mutando de una bella amalgama de verdes naturales a una poco agradable mezcla de grises y ocres. Roca molida sobre la que jamás caminarán mamíferos, volarán pájaros o reptarán lagartos y serpientes.
Todos quieren acercarse a un parque real, refugiarse en él o pasar un buen tiempo adentro. Pero de un antiparque todos quieren escapar y alejarse. Tierra de nadie, seguramente rodeada de mallas y celestinas.
174 hectáreas. 272 cuadras. 1.740.000 metros cuadrados. Este es el tamaño del “depósito de relaves secos” del proyecto minero Quebradona, cuya licencia ambiental se tramita hoy ante la Anla, adscrita al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. De aprobarse, dominaría el paisaje del Suroeste antioqueño a partir de 2044, año estimado de su terminación y posterior “inauguración”.
Pero, ¿qué son 174 hectáreas? Para quienes conocen Medellín, es casi 30 veces el tamaño del Parque Comercial El Tesoro. Más de cinco veces el Cerro Nutibara. Más de 2.5 veces el Aeropuerto Olaya Herrera, terminal incluido. Y 50 % mayor que el Cerro El Volador.
Para los que se ubican bien en Suroeste, 174 hectáreas son cinco veces el área del casco urbano de Jericó o del de Támesis; y 15 veces el casco urbano del corregimiento de Palermo, vecino cercano del posible antiparque.
Y para los familiarizados con importantes y verdaderos parques en otras partes del mundo, nuestro antiparque sería 50 % más grande que el Parque del Retiro en Madrid, 20 % mayor que el Hyde Park de Londres, 10 % mayor que el fantástico Ibirapuera de Sao Paulo y la mitad del Central Park de New York.
Pero si se considera el área de la planta procesadora y de otras infraestructuras alrededor del depósito, “nuestro” antiparque alcanzaría 389 hectáreas. No, nadie puede acusar a la minera AGA de no pensar en grande. Y eso sin mencionar que no sería plano. Sería un cerro escalonado, alcanzando 120 metros de altura.
¿Será posible que la Anla conceda licencia a esta atrocidad de antiparque?