La cuarta línea estratégica del Plan de Desarrollo Municipal Medellín Futuro fue bautizada con el nombre de Ecociudad. Si bien en ella se proponen varias iniciativas que, de llevarse a cabo, ayudarían a que Medellín se transforme en una “Ecociudad”, también deja entrever falencias inadmisibles, sobre todo en una época en la que la humanidad no solo atraviesa una profunda crisis ecológica, sino que además sabe muy bien que las ciudades son, en gran medida, responsables de esta crisis.
Desde el colectivo ciudadano La Ciudad Verde, realizamos seis propuestas concretas (que se suman a las de otros colectivos y entidades) para avanzar más decididamente hacia la sostenibilidad urbana.
Le recomendamos al alcalde Daniel Quintero:
- Comprometerse con más kilómetros de ciclorrutas
- Tomarse más en serio la crisis climática
- Respetar y enriquecer el arbolado urbano y la biodiversidad urbana
- Fomentar la educación para el desarrollo sostenible
- Proponer un esquema real de economía circular
- Brindar garantías de participación ciudadana en temas ambientales
Quiero pasar rápidamente por el primero de estos seis puntos para luego concentrarme en el cuarto.
Hay que aplaudir que el plan en cuestión busque elevar el número de viajes en bicicleta del uno al cuatro por ciento. Esta es una tarea titánica y, a todas luces, necesaria. Sin embargo, contrasta con el hecho de que se quieran construir apenas quince kilómetros de ciclorrutas. Si el propósito es cuadruplicar el número de viajes en bicicleta para mejorar la movilidad y disminuir la cantidad de material particulado y de gases de efecto invernadero ¿cómo no proponerse una meta más alta de vías para la bici?
Cabe preguntarse, además, qué ocurrió para que Daniel Quintero hablara antes –como candidato– de ochenta kilómetros de ciclorrutas y que ahora –como alcalde– diga que no cumplirá ni con la quinta parte de su promesa. Podría suponerse que la meta de infraestructura para bicicletas es baja porque se está proponiendo fortalecer una estrategia pedagógica que posibilitará el cambio cultural hacia una sociedad sostenible, donde pedalear sea un hábito y un placer.
Este, tristemente, no es el caso: en estos momentos Medellín ni siquiera tiene una política de educación ambiental (expiró el año pasado y no se ha renovado) y, aunque hay indicios de buenas intenciones para hacer de la educación un punto clave de la Ecociudad, esto no se ve reflejado en el plan Medellín Futuro (y, por ende, es difícil confiar en que esos bonitos deseos se convertirán en realidades concretas). Si se quiere construir una Ecociudad, hay que favorecer la infraestructura pertinente y, adicional a eso, también hay que educar para formar una Ecociudadanía.
No debe dejarse pasar la oportunidad de fijar en el plan de desarrollo la elaboración y la implementación de una Política de Educación para el Desarrollo Sostenible que nos “dé norte” y que asegure recursos suficientes para la ejecución de estrategias educativas en todos los niveles (desde la educación inicial hasta la superior).
Esta política deberá garantizar que los proyectos educativos ambientales y de sostenibilidad:
- Sean abordados desde un enfoque inter y transdisciplinario que permee a las instituciones educativas completas
- Se articulen de manera clara a las políticas ambientales y de sostenibilidad de la ciudad-región –PGIRS, PGIBSE, PIGECA, etcétera.
- Que adopten el territorio como laboratorio vivo para promover el reconocimiento y la valoración de nuestra riqueza natural y cultural.
Es además indispensable que se incluya la formación de formadores. La educación es un instrumento fundamental para conocernos a nosotros mismos y para ubicarnos en la sociedad y en el entorno ecológico; si no se educa para la sostenibilidad, no será posible que la ciudadanía adquiera los conocimientos, desarrolle las habilidades y forme los valores que requerimos para una ciudad sostenible. Será imposible lograr una Ecociudad.