Transcurrida la mitad del periodo del alcalde Daniel Quintero, la educación ambiental sigue en un estado de descuido deplorable. Ecociudad: otro anuncio que se queda en el papel.
Daniel Quintero, como su antecesor, es un maestro del espectáculo. En este thriller dramático que ha sido su administración, la Ecociudad tiene un papel importante. Hay quejas por el manejo de las basuras, por el abandono de las quebradas, por el deterioro de los jardines y, como es de esperarse, sobran los cuestionamientos por las chimeneas (móviles y fijas) que continúan ensuciando el aire y matándonos lentamente, así como por el minúsculo presupuesto destinado a la secretaría de Medio Ambiente. Nada de esto, sin embargo, lo perturba. Él sigue en su show, repitiendo incansablemente que “Medellín va bien” y que la ciudad está en la punta de la lanza de la sostenibilidad urbana.
Aunque reconozco algunas iniciativas valiosas (la visión cero y la perspectiva de género en la movilidad, por ejemplo), comparto las preocupaciones mencionadas atrás y sumo una queja desde el campo en el que hoy se concentra mi interés académico y ciudadano: la educación para la sostenibilidad. Un indicio claro de la desidia de esta Alcaldía frente a los temas ambientales es el hecho de que, transcurrida ya la mitad de su periodo, la educación ambiental sigue en un estado de descuido deplorable. ¡Dos años sin ningún avance significativo! Cierto: Federico Gutiérrez lo hizo muy mal (durante su mandato expiró la Política Pública de Educación Ambiental y no se le ocurrió actualizarla), pero hasta en la actual secretaría de Medio Ambiente hay funcionarios que expresan la tristeza y la frustración que les genera haber caído en una situación todavía peor.
Desde el 2014, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) resaltó explícitamente la importancia de avanzar en políticas de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS). La razón esencial es clara: necesitamos que en la sociedad existan los conocimientos, la disposición y las habilidades necesarias para construir una relación armónica con la naturaleza. Para que esto se logre (dice también la Unesco en el plan “EDS para el 2030”) los gobiernos deben generar e implementar políticas que creen “un entorno habilitador para extender exitosamente la EDS en las instituciones educativas, las comunidades y otras áreas en las que se lleva a cabo el aprendizaje”. En síntesis: la transición hacia una sociedad sostenible no es posible sin estrategias educativas serias; y estas solo lo serán si hay políticas públicas que las promuevan decididamente.
¿Cómo creerle a un proyecto de Ecociudad que no le da importancia a la educación? ¿Cómo va a ser verosímil el cuento cuando el presupuesto para lo ambiental (incluyendo la pedagogía) es irrisorio? ¿Será que Juliana Colorado –secretaria de Medio Ambiente– escuchará a la Unesco? ¿Y recibirá el apoyo necesario de Daniel Quintero? Esperemos que sí… la película está llegando a su final.