El tire y afloje alrededor del llamado Túnel Verde y el proyecto de metroplús tiene a mucha gente cansada y no son pocas las personas que critican a quienes hemos defendido este patrimonio cultural y ecológico.
Yo en parte las comprendo, pero creo que muchas de esas críticas surgen de un falso supuesto: que nos oponemos a mejorar el transporte público. Este supuesto es también comprensible, pues la discusión se ha centrado en poner a pelear los árboles con el transporte público, cuando la tensión central no es esa.
La posición común de la ciudadanía que ha criticado este proyecto no tiene nada que ver con la oposición al fortalecimiento del transporte público; el reclamo ha sido que se quiera acabar con los árboles solo por negarse a restarle espacio al carro particular. Se ha hecho eco de esta falsa dicotomía (biodiversidad urbana “o” transporte público) para ocultar lo realmente importante: que una mejor movilidad debe fortalecer lo colectivo, en lugar de promover la “hiperindividualización”, para que así gane el transporte público, gane la biodiversidad, gane el bien común.
¿Quién debe perder? El abuso (repito: el abuso; no el uso, pues hay espacio para él) del carro particular.
Pero el proyecto y la Alcaldía de Envigado no han pecado solo en cuanto a asuntos de fondo (en referencia al diseño), sino también de forma, que son igualmente importantes. Es decir, el proyecto no solo es cuestionable por ir en contra de la ecología urbana y continuar tratando al carro particular como el rey del espacio urbano, sino que, además, ha pasado repetidamente por encima de la participación ciudadana.
Un artículo publicado en Vivir en El Poblado el 2 de septiembre del presente año toma su título de un testimonio del actual gerente de Metroplús, quien dice que “Hoy los grandes afectados son los envigadeños” (tiene razón: la obstinación de Envigado y de Metroplús en no replantear el proyecto ha generado millonarias pérdidas).
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La autora del artículo señala que Braulio Espinosa no la pudo atender, supuestamente por cuestiones de agenda. Pero quizá la razón sea que el Alcalde ha evadido el diálogo con respecto esta situación desde hace meses (lo que tampoco debería ser extraño, pues las conversaciones abiertas no le gustaban desde su época de candidato: ni se le ocurría aparecer en un debate).
Para la muestra, un botón: en el último mes el Alcalde y el Secretario de Ambiente han cancelado dos veces una reunión con un grupo de ciudadanos que estamos convencidos de que juntos sumamos mejores ideas para que se fortalezca el transporte público, a la vez que se conservan y se enriquecen los ecosistemas de la ciudad. Aprovecho este espacio para pedirles, una vez más, que abran el diálogo. Recuerden que esa es la democracia: el gobierno por discusión.
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Para cerrar, involucremos a Medellín en la conversación: ¿qué sentido tiene acabar con el Túnel Verde de Envigado si la obra no continuará de esta manera (tumbando árboles para meter más carros) hacia el norte? No me imagino que se permita la tala de los árboles que hay desde La Frontera hasta El Campestre (entre las calles 21 sur y 12 sur), que es lo inmediatamente continuo al tramo 2B. ¿Qué dicen los vecinos de El Poblado?