Fundada en 1976, nació como una empresa familiar. Ahora y después del tiempo, se ha convertido en una de las empresas colombianas más respetadas en el tema de licores. Conversamos con Luz María González de Bedout, vicepresidente de Relaciones Corporativas y Jurídicas de Dislicores y presidenta de Asovinos
Es presidenta de Asovinos, una asociación que trabaja por esa bebida milenaria que se menciona en la Biblia varias veces: el vino. Según la tradición, este líquido hizo parte de la Última Cena y está presente en las mesas de culturas variadas, como la judía que recuerda por estos días, la salida de Egipto y el paso a la libertad.
Luz María González, también es la vicepresidenta de Relaciones Corporativas y Jurídicas de Dislicores. Además de experiencia, tiene conocimiento y capacidad para ver las posibilidades que hay en el mundo de los licores.
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Su cercanía con ellos, las mesas y celebraciones, comenzó a los 9 años, tiempo en el que llegó a la empresa familiar para empacar las anchetas que se regalaban en diciembre. Luego, cuando tenía 19 años, y su papá dejó este mundo, comenzó a pasar más tiempo en la empresa. Después de unas pausas por el estudio o la maternidad y en las que conservaba las conversaciones con marcas y proveedores nuevos, llegó con proyectos variados, a partir del 2016. Hoy está encargada de la parte jurídica, el departamento de Comunicaciones y el fondo de empleados de Dislicores. Además de esto y liderar Asovinos, es una mujer reconocida en el medio. Su nombre lo conocen empresarios dentro y fuera de Colombia, dueños de viñas o restaurantes, gobernantes o funcionarios de la presidencia.
Ahora que terminó la pandemia y el país se prepara para un cambio de gobierno, conversamos con ella sobre esta empresa, el sector, y los proyectos por venir.
¿Cómo ha cambiado la cultura del consumo del vino, en Colombia?
Antes, la cultura del consumo del vino no existía en el país. La gente tomaba ron y aguardiente, principalmente. Unas personas comenzaron a abrir el camino, un camino difícil. Cuando fui consciente de esto, le pregunté a mi hermano si podíamos traer vino al país. Viajé a Chile, conseguí Viña San Pedro, que hoy tiene el nombre Gato Negro, y traje vino en cajas. Mi hermano estaba impresionado por la presentación y la cantidad de dinero que implicaba esa operación. Finalmente lo trajimos y empezamos a hacer cultura del vino. Luis Fernando Valencia (más conocido como “El turco”) vendía las cajas en una camioneta en la vía Las Palmas y la gente recibía dos cajas de vino a cambio de comprar una botella de aguardiente. Era un vino rico que se adaptaba al paladar colombiano que era principiante, en ese entonces (no era astringente, no tenía mucho cuerpo o personalidad). Fue un vino barato que hizo historia. Cada día, la gente pide más, aprende y va cambiando en sus gustos. Por eso la cultura del vino es tan bonita; cada botella es una sorpresa.
¿Hay otro factor importante que haya fortalecido la industria del vino?
La Ley 1816 también dio fuerza al mercado y a los vinos de gama media y alta. Esto hizo que las personas que consumían vinos básicos se interesaran por otros con mejor calidad y esto hizo expandir el consumo. La pandemia también fue otro factor que influyó en la cultura y en el mercado. Tradicionalmente, la gente tomaba vino y licores, en los restaurantes. Gracias a la buena labor de comercio electrónico, la gente entendió que podían cocinar, hacer cócteles y disfrutar en su casa; esta tendencia llegó para quedarse.
¿Una prueba de ese crecimiento de la cultura del vino es la presencia de expertos, catas y eventos?
Sí, hay un interés creciente y también, una voluntad de enseñar. Por ejemplo, Dislicores Store (la tienda especializada que lanzaron en el 2017), más que un punto de venta es un centro de experiencias. Ahí le enseñamos a los visitantes, bajo la premisa de consumo responsable que promueve Asovinos, una institución de la que hace parte Dislicores. Este consumo tiene varios parámetros entre los que están por ejemplo, comer y acompañar la bebida con agua para que no afecte la salud. Las personas también deben venir sin conducir, con conductor elegido o estar acompañados de una persona que no tome durante la cata. Tampoco se obliga a nadie a tomar y compartimos una cartilla con un protocolo muy definido que cuida a los jóvenes, mujeres embarazadas o personas que tienen alguna enfermedad o situación específica.
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¿Cómo ha sido ese proceso de educación sobre las condiciones y cuidados en el momento de consumir vino y otros licores?
Hemos trabajado en una campaña que vaya más allá del consumo responsable, que incluya el autocuidado y la legalidad. Desde Asovinos lo presentamos a nivel mundial y fuimos reconocidos por presentar el mejor programa de consumo responsable. Nos hemos interesado por protocolos de seguridad y el cuidado de todos para lograr que la industria permanezca abierta y que haya salud, especialmente después de un tiempo tan duro donde muchos cerraron. También nos interesa la legalidad porque luego de tantos días de ley seca, fiesta clandestina y toques de queda, la adulteración tuvo un espacio importante y esto es un problema porque representa riesgos para la salud y posibilidad de llevar personas a las Unidades de Cuidado Intensivo. Al mismo tiempo, un país que necesita comprar vacunas y asumir una realidad distinta después de la pandemia, necesita los recursos provenientes de los impuestos de licores.
¿Cómo es el contacto actual con otros mercados y países?
Es un proyecto muy grande en el que trabajamos en este momento. Ahorita estamos muy enfocados en las “Tónicas 1976” que son deliciosas, han gustado mucho y son un producto colombiano, en su totalidad.. Exportamos ya y hemos dado algunos pasos en Perú y El Salvador. Ahora vamos a entrar a Estados Unidos y estudiamos los mecanismos, formas de entrar a ese mercado y la operación.
¿Qué tendencias sobresalen en el mercado, actualmente?
Ahora están muy de moda las bebidas listas para tomar “ready to drink” como el producto “Fizzy”, un vino en lata, rosado y blanco que permite a las personas llevarlo a cualquier lugar. Notamos una tendencia a tomar más tequila, un producto ancestral de ese país que se ha expandido en el mundo, gracias al turismo y al conocimiento de su gastronomía.
¿Qué desafíos tienen en este momento?
Es complejo exportar licores colombianos debido a un capítulo especial de la Ley 1816 ya que para producir se necesita el aval de las autoridades. Las fábricas de ron, por ejemplo, se pueden construir donde no haya monopolios y se pueda tener la autorización del gobernador. Hay que tener en cuenta que la Asamblea Departamental apruebe una propuesta al considerado como mejor postor.Y tiene la facultad de regular los derechos sobre la producción y el porcentaje de los impuestos. Esto implica que una persona no vea ganancias de una fábrica, en por lo menos, 9 años. Bajo estas circunstancias es complejo que alguien quiera incursionar en este tipo de negocio. Si miramos el caso del Valle del Cauca, vemos que tiene todo el proceso listo: desde la caña de azúcar hasta la producción de la botella, pero no tiene autorizaciones. Ahora, se prepara un proyecto de ley en el Congreso que busca aliviar la creación de fábricas sin esas condiciones, para producir y exportar.
¿Qué sigue a partir de ahora para Dislicores?
Además de las exportaciones, estamos a la expectativa del cambio de un gobierno; ojalá llegue uno que nos permita continuar con el proceso de exportaciones. Queremos que los productos sean más baratos, que los procesos sean más ágiles, y termine la crisis de abastecimiento. También estamos muy enfocados en los proyectos de sostenibilidad y que aporten al entorno.