Publicado en la edición 408, Febrero 28 de 2010
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Bandada de palomas
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Quizá estamos acostumbrados a pensar que los trabajos artísticos son el producto del ejercicio de la pura libertad de sus creadores. Pero ese es un capricho romántico
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Por Carlos Arturo Fernández U.
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Los procesos de la historia del arte dependen de una enorme cantidad de variables que se entrelazan hasta hacerse casi indistinguibles. Quizá estamos acostumbrados a pensar que los trabajos artísticos son el producto del ejercicio de la pura libertad de sus creadores. Pero ese es un capricho romántico que no da cuenta de los vínculos sociales y culturales de todo tipo que han condicionado siempre su desarrollo; seguramente hoy se presentan de forma distinta, pero no están ausentes. Por eso mismo, la creación no es camino predecible sino que se basa en la capacidad de responder con originalidad a las posibilidades que ofrece la realidad.
La obra de un artista como Aníbal Gil (Donmatías, 1932) se presenta como una constante búsqueda de esas alternativas creativas. Así, aunque se trabajo se había dedicado, sobre todo, a soportes bidimensionales (dibujo, pintura, grabado), las oportunidades que ofrecía el Acuerdo de Obras de Arte, que rigió en la ciudad entre finales de los años setenta y comienzos de los noventa del siglo pasado, lo llevaron a incursionar también en el terreno de la escultura urbana. “Bandada de palomas” es una obra en hierro doblado y oxidado, de 6 por 4 por 2,3 metros, realizada en 1980 y ubicada en el Edificio Torres Blancas 2, en el sector de Patio Bonito, en El Poblado, que muestra la incursión de Aníbal Gil en el campo escultórico y la continuidad de sus desarrollos estéticos básicos. Por una parte, el artista plantea de manera explícita los vínculos entre este trabajo tridimensional y sus investigaciones previas sobre el plano. En efecto, la escultura se crea, literalmente, doblando placas planas de hierro, es decir, creando volúmenes a partir de la manipulación del plano, lo que ubica esta obra en un extraño intermedio formal, como si fuera una especie de origami metálico en serie. Y, por otro lado, sin ser figurativa en sentido estricto, la obra tampoco es propiamente abstracta; puede decirse que es abstracta en sus partes –que no reproducen la apariencia de un ave– pero figurativa en su conjunto, porque la acumulación evoca de inmediato la bandada de palomas que el título nos promete. Cabe anotar que, no pocas veces, el artista fue atacado por esas características propias de sus obras; aunque se predicaba la libertad radical de las vanguardias, en el fondo nos movíamos en paradigmas críticos muy dogmáticos. El pluralismo que define la situación contemporánea nos permite hoy reconocer mucho mejor el sentido de estos trabajos que, casi en silencio, nos ofrecen una experiencia de goce estético. El Museo de Arte Moderno, en su sede de Ciudad del Río, presenta la exposición “Crónica. 1995 – 2005 en la Colección Juan Gallo” que recoge una parte de la amplia colección de uno de los principales galeristas del país. Fundador de Alcuadrado, que más que una simple galería de arte ha sido un proyecto de investigación y promoción estética, Juan Gallo falleció hace pocos meses de manera prematura. Esta muestra de su colección es una oportunidad excepcional de conocer muchas de las mejores producciones del arte colombiano de las últimas dos décadas. Hasta el 25 de abril. |
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Desde el Museo / Febrero (quincena 2)
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