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Publicado en la edición 395, 02 agosto de 2009
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Medellín un lecho de rosas
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Retoma un lugar común de nuestra cultura, que tiende a exagerar siempre los valores y logros de todo lo que ocurre en Medellín
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Por Carlos Arturo Fernández U.
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Juan Camilo Uribe (Medellín, 1945-2005) realizó la obra “Medellín un lecho de rosas” en 1982, en el marco de un evento organizado por el Museo de Arte Moderno en el cual se presentaban los más recientes desarrollos urbanos y los proyectos que, como el tren metropolitano, estaban dirigidos a transformar el futuro de la ciudad. De hecho, en ese momento el MAMM se convirtió en un centro de debate de políticas sociales, culturales y urbanísticas. Así, se ponía en obra el más significativo de sus objetivos fundacionales que consiste en establecer un diálogo entre los asuntos de la ciudad y la dimensión estética, basado en la convicción de que la visión del arte contemporáneo amplía los horizontes de esas reflexiones.
La versión de “Medellín un lecho de rosas” que conserva el Museo es, en realidad, una reconstrucción de la obra original y, como ella, está compuesta por una cama metálica corriente, de las que se encuentran en el comercio, y una serie de rosas artificiales de material plástico. El artista toma esos elementos del medio cotidiano y se limita a ensamblarlos de la manera más simple y directa. Las dimensiones de este conjunto –50 centímetros de altura por 210 de largo y 90 de ancho– corresponden, por supuesto, a las de una cama habitual de este tipo; y las flores de plástico, que son hoy una especie en vía de extinción, procedían también del mercado más popular. Pero la referencia a lo cotidiano se extiende también al título de la obra. Con él, retoma un lugar común de nuestra cultura, que tiende a exagerar siempre los valores y logros de todo lo que ocurre en Medellín, olvidando casi siempre que, aunque no la queramos ver, la realidad tiene muchas otras caras y verdades. Este lecho de rosas es atractivo sólo en apariencia, pero funcionalmente es un desastre. Nadie estaría cómodo en él porque carece de todo lo esencial. Pero, además, las flores que, a falta de colchón, sirven sólo para engalanarlo, se revelan por la parte inferior como especies de agujas. En fin, un lecho de rosas que parece mejor un potro de tortura. Por supuesto, creo que tras el encanto indiscutible de esta obra se oculta la visión descarnadamente dolorosa de una ciudad, que en esa década de los años 80 se hundía en el abismo de la claudicación de todos los valores en la más profunda tragedia de su historia, pero quería ocultarlo bajo las simples apariencias. En su diálogo con los problemas urbanos, con “Medellín un lecho de rosas” Juan Camilo Uribe reivindica el arte como una forma de conocimiento que, a partir de la sensibilidad, posibilita una reflexión e integra dimensiones vitales que superan las ramplonas consideraciones donde la ganancia utilitaria es el valor absoluto. |
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