Comenzaré con esta pregunta poderosa, para así poder elaborar, brevemente, los contrastes de pensamientos, y maneras de alimentar, entre las visiones eurocéntricas y las cosmovisiones amerindias. Los unos se identifican más con la inmediatez de su generación y los procesos lineales, y los otros, con la transgeneracionalidad y los tiempos espirales de la naturaleza.
La Milpa es un claro ejemplo de un sistema alimentario agrobiodiverso. En parte, una técnica amerindia de agricultura, y en parte, una metáfora para el Buen Vivir. Nos muestra cómo en la alimentación es necesario pensar a largo plazo y sembrar semillas para alimentarnos, no solo a nosotros mismos, sino también a las futuras generaciones. En contraste, los modelos de agricultura industrial heredados por la Revolución Verde, y la comoditización del alimento, pretenden, a costa de la degradación de la biodiversidad, el suelo y el agua, producir el mayor número de calorías, cueste lo que cueste, incluyendo, si esto significa, no dejar nada para los que siguen. Según las Naciones Unidas, nos quedan 60 cosechas de suelo fértil antes de acabarlo, lo que significaría una catástrofe global.
Nuestra alimentación es más homogénea que nunca; hemos perdido el 75% de la agrobiodiversidad, y tan solo 12 plantas y 5 animales hacen el 60% de las calorías consumidas a nivel mundial. No solo hemos perdido la mayoría de los alimentos, sino también nuestros paladares, los cuales han sido saboteados por la industria de los ultraprocesados, esos de sabores “idéntico al natural”, los cuales utilizan apenas un puñado de ingredientes comoditizados y de intercambio global, en su mayoría organismos genéticamente modificados, dependientes de grandes cantidades de energía, maquinaria, agrotóxicos, Big Data y crecidos en monocultivos, soportados por una fuente no renovable de energía: el petróleo.
Desde niños se nos entrena en estos sabores, que, con la ayuda del mercadeo engañoso, convencen a madres y padres de lo necesarios que son los bebibles de leche azucarada para “tener huesos fuertes”, y así, bocado a bocado, nuestro paladar y cerebro se alejan cada día más de los alimentos reales. Pero ¿qué tienen de malo los ultraprocesados? 1 de cada 5 muertes en el mundo se relaciona con una mala alimentación, 54 % de los colombianos sufren de sobrepeso, el sistema alimentario industrializado es responsable del 75 % de la degradación ecológica del suelo y el agua.
A continuación, les comparto ideas y acciones viables para comenzar a diversificar nuestro paladar, no solo por el bien de la vida misma, sino también por el disfrute y el placer que es descubrir nuevos sabores que se quedan con nosotros para el resto de la vida:
Reconoce tu soberanía alimentaria, recolecta alimentos silvestres y siembra lo que esté a tu alcance. Resalvajiza tu alimento, aprende de las PANCs (plantas alimenticias no convencionales). Descoloniza tu alimentación, reclama los alimentos variados, nativos y locales. Atrévete a probar un alimento nuevo. Practica la creatividad en la cocina, prepara alimentos para ti y para otros, haciendo un esfuerzo por utilizar colores diversos de ingredientes locales y de temporada. Apoya a las agriculturas diversas, campesinas, familiares y comunitarias.
¿Qué clase de ancestro quieres ser? Uno que homogeniza y degrada la biodiversidad, o que multiplica y diversifica el alimento a perpetuidad.