De lo legal a lo ilegal, del mural al grafiti. Entre ambas expresiones existe una línea delgada, pero finalmente ambas hacen parte del arte urbano callejero.
Por sebastián Aguirre Eastman
Una de las expresiones del grafiti es el tag, la firma del autor, su identificación ante los demás writers o escritores, como se hacen llamar. Es su señal de conquista del espacio, de llegar primero a ese lugar aún libre de aerosol. Hay algunos espacios en los que coinciden varios, como en una especie de conversación abierta.
Las calles de El Poblado, sus muros, suelen ser las páginas en las que registran su marca, y aun cuando reconocen que está mal que así lo hagan, esto les da un toque más emocionante.
Tour, Leodos y Posho son tres de los writers con mas tags en El Poblado. Esto nos contaron.
“El grafiti es ego”: Tour
Tour lleva más de quince años haciendo grafitis en Medellín. Inició haciendo stencil, que es hacer grafitis con plantilla; luego se pasó al estilo libre. El tag, comenta, es la base de la pirámide del grafiti, es un trazo memorizado con anterioridad, el cual se convierte en la marca del writer, el que lo identifica entre los demás.
Su posición es radical: el grafiti deja de serlo si es legal; de otro modo es un intervencionismo, un muralismo. A que le pagan por hacer un grafiti deja de ser un grafitero. Y no está mal, comenta Tour. Él mismo lo ha hecho.
Antes de escoger el lugar a conquistar pasa una y otra vez por él. Lo estudia, analiza pros y contras. Y luego viene el riesgo: “hay que correrlo”, comenta.
Hace hasta 300 grafitis en un año, no todos en Medellín, incluso algunos por fuera del país. La competencia con los otros writers es intensa, la cual se plasma en el muro, no en el contacto físico.
Le pregunto si estaría dispuesto a participar en una jornada de limpieza de los muros que ha tomado con sus tags. No, responde rotundamente. “Hay mucha gente interesada en perpetuar el blanco sepulcro del muro, pero también existe una porción de la sociedad que quiere ver las cosas al revés”.
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“Estar presente, estar activo en esa clandestinidad”: Posho
Para Posho, el tag representa identidad, “una marca con la que te haces, es tu nombre, el que realmente escogiste”.
El grafitero marca un territorio con su nombre, demuestra que estuvo ahí primero que cualquier otro writer, “es el hecho de que la ciudad sepa de ti”, y es más radical aún: “es estar presente, estar activo en esa clandestinidad y sigues rompiendo la regla. Es disfrutar la calle, la ciudad”.
No cree que su estilo esté definido, se considera un artista al que le gusta hacer y aprender de todo. “Me emociona lo diferente y plasmarlo siempre, trato de hacerlo lo mejor que puedo y de dar un mensaje coherente, me gusta ser irreverente y que más piezas hablen de lo que me gusta, de la música, de mi estilo y lo que me influencia”.
“Lo hago por lo que siento en esos 30 segundos”: Leodos
Leodos cuenta que al plasmar su firma no tiene una intención comunicacional profunda. Su razón principal, la que lo motiva a hacer lo que hace, es simple: “Por lo que siento en esos 30 segundos que toma hacer un tag, la presión del aerosol y el fatcap -boquilla- como si fuera una pluma copperplate sensible a cada movimiento, a la velocidad, la cercanía y la distancia frente al muro, pasando de eso trazos gruesos a los delegados, que dejan a su paso una sensación de control a lo incontrolable, de disfrute y sorpresa”.
El grafitero no considera que con el tag marque territorio; tampoco piensa en la reacción que tendrá el propietario del muro que está dibujando. “Es la mayor expresión de destreza y maestría en las letras o en su misma deconstrucción, que es lo que empieza a diferencia a los escritores de graffiti con otro tipo de letristas como los tipógrafos o quienes dibujan letras”. Ellos, dice, respetan las letras y velan por su legibilidad estructura y forma. El tag, por el contrario, es coger las letras, desbaratarlas y volverlas a armar sin importar su lectura, pero primando el estilo, “que es lo que sí les interesa a los grafiteros”.
Para Leodos, los muros llenos de tags son conversaciones abiertas entre grafiteros, allí cada uno encuentra su lugar y busca la forma de sobresalir. Eso, para el ojo común, no es visible.